Melquiades Morales gobernó Puebla bajo una premisa personal: el poder se puede ejercer sin necesidad de hacer enemigos.
Mario Marín gobernó bajo una premisa personal: en el poder todos los que no sean de su grupo ni participen de la rapiña, son enemigos.
Rafael Moreno Valle gobernó Puebla bajó una premisa personal: en el ejercicio del poder, todos son amigos o enemigos potenciales, pero depende de la coyuntura.
Los resultados de la premisa personal de Melquiades Morales están a la vista: en sus años, Puebla tuvo un desarrollo mediocre, hubo mediana paz social, pero a él le fue a toda madre.
Tan bien le fue que llegó a la Cámara de Senadores al final de su mandato y en el ocaso de su carrera política disfrutará el cementerio de los elefantes que es una Embajada en Costa Rica.
Los resultados de la premisa personal de Mario Marín están a la vista: perdió el poder, se convirtió en fuente de desprestigio permanente para su partido —y eso que está lleno de desprestigiados— y no encuentra forma de reactivar su carrera política, ya que nadie lo quiere cerca.
Eso sí, sus cuentas bancarias y las de sus prestanombres lucen rebosantes. Dinero les sobra, desprestigio también.
Moreno Valle está lejos del final de su carrera política, pero su manía de hacer aliados y luego desecharlos hace que su clóset de cadáveres luzca lleno. Sin embargo, esta visión coyuntural de la política, de la que alternativamente todos son amigos y enemigos, le ha dejado una colección de éxitos.
El más grande, romper el paradigma de que gobernador no pone gobernador. Gracias a ese cenit, puede andar haciendo campaña presidencial, recorriendo el país, presentando libros, mientras Tony Gali administra su legado.
O como diría la lambiscona profesional y plagiaria Guadalupe Loaeza: mientras unos gobernadores andan prófugos o con un pie en la cárcel, Moreno Valle anda presentando su libro autobiográfico.
Este tipo de reflexiones nos indican las consecuencias del estilo personal de ejercer el poder.
Melquiades Morales fue un gobernador querido, pero no un gran gobernador. Es el paradigma de que en política gana quien menos golpes tira.
Por el contrario, Mario Marín tiró muchos golpes y terminó prácticamente peleado con todos. Tuvo la fortaleza de doblar la decisión sucesoria de Melquiades Morales, pero el poder lo enloqueció.
Aunque provenían de orígenes sociales semejantes y sus carreras se tocaron en diferentes momentos, Melquiades Morales y Mario Marín nunca se quisieron.
Con el paso de los años, se conoció el fondo de la sucesión de 2004: Melquiades Morales aceptó que el número uno en las encuestas, Mario Marín se convirtiera en candidato a la gubernatura porque garantizaba la victoria. Y todo esto pese a que no era su delfín.
Pero puso un precio: la candidatura al Senado en 2006.
Ya en el ejercicio de poder, montado en el potro del alcohol y antes que se desatara el escándalo Cacho, Mario Marín esquivó su compromiso. Melquiades Morales sí iba pero como segunda fórmula, porque en la primera quería a su compadrito Mario Montero.
Melquiades, por primera vez, tuvo que romper sus exquisitas formas y para recordarle su compromiso, nos dio a Mario Alberto Mejía y a mí una entrevista histórica que se publicó en CAMBIO en la que se reveló parte de la trama sucesoria del 2004.
Marín entendió el mensaje y envió a su compadrito Montero como segundo en la fórmula, quien se quedó fuera del Senado porque Moreno Valle derrotó a su mentor en una contienda épica.
Total, Marín tiró muchos golpes y hoy vive atrapado en la Mixteca, el único lugar en el que no avergüenza.
Melquiades Morales tiró pocos golpes y seguramente ya viaja con rumbo a Costa Rica para entregar sus cartas credenciales como embajador.
Moreno Valle ha firmado pactos y luego los ha roto, pero cabalga en la contienda presidencial del PAN y disfruta su maximato.
¿Qué estilo personal de gobernar ejerce Tony Gali?