Con transferencias extraordinarias de recursos federales anuales promedio de 10 mil millones de pesos, Enrique Peña Nieto se convirtió en el primer promotor del buen gobierno de Rafael Moreno Valle, de sus éxitos electorales en 2013 y 2016, del cumplimiento de sus megaproyectos y todo esto en desdoro de su propio partido, el PRI, debilitado estratégicamente con dirigencias inocuas y candidatos con expedientes abultados, susceptibles de golpeteo mediático.
La alianza promiscua entre Moreno Valle y Peña Nieto, sin embargo, llega hoy a su fin. El gobernador poblano se entercó en que merecía palabras presidenciales de despedida y pese a las evidentes complicaciones para resguardar la seguridad del Ejecutivo Federal en un tramo tan amplio, el mexiquense llega hoy para inaugurar el Tren Turístico a Cholula, el último de los megaproyectos morenovallistas que requirió una inversión de mil 200 millones de pesos y varios permisos federales.
Pocos recuerdan ahora que esta relación política, tan exitosa para el poblano y tan mala para el presidente, tuvo numerosos altibajos, y el más grave ocurrió la noche del 26 de febrero del 2013, cuando el gobierno federal decidió encarcelar a Elba Esther Gordillo, mentora de Moreno Valle hasta ese momento y gestora visible de sus éxitos electorales en 2006 y 2010 de la mano de Felipe Calderón.
Cuando el PAN nombró candidata presidencial a Josefina Vázquez Mota, la Maestra decidió mutar nuevamente sus lealtades políticas y se subió al carro presidencial de Enrique Peña Nieto. Elba Esther parecía encaramarse a otro sexenio de máximo poder cuando un acto de soberbia, berrinche puro, la llevó romper la alianza que el PANAL ya había firmado con el PRI y el PVEM.
Elba Esther había llevado a Moreno Valle al war room de Peña Nieto para comprometerlo con Videgaray y Osorio Chong. Pero la ruptura de la alianza con Nueva Alianza, el desfondamiento de Josefina y el nuevo crecimiento de López Obrador provocaron una carambola electoral que el gobernador poblano nunca supo explicar: AMLO ganó el estado de Puebla, la fórmula de senadores y la mayoría de diputados federales el PRI, pero Peña Nieto no.
Este descalabro electoral provocó la enorme desconfianza de Peña, Osorio Chong y Videgaray, quienes sostuvieron por muchos meses la hipótesis de que Moreno Valle se la quiso jugar con López Obrador de última hora y que amafiado con Elba Esther, lo hicieron con el objetivo de negociar mayores prebendas con un resultado electoral apretado.
En medio de esa frialdad ocurrió el ‘quinazo’ a Elba Esther que tomó por sorpresa a todos sus aliados pese a los avisos públicos que comenzaron con la inclusión de la Reforma Educativa. Un día después, Peña Nieto y Osorio Chong citaron a los gobernadores y saltándose el orden alfabético, situaron a Moreno Valle sentado en el presídium para hacer evidente que el mejor amigo gobernador de ‘La Maestra’ no iba a mover un dedo para ayudarla. Y así ocurrió: aunque reconoció su amistad con ella, dejó en las autoridades federales su caso.
Versiones no confirmadas afirman que ese miércoles 27 de febrero del 2013, en Los Pinos, Moreno Valle llevaba firmada su petición de licencia a la gubernatura, ya que creía que el Presidente y Osorio Chong se la iban a pedir como parte del ‘quinazo’ a Elba Esther. Entregaría la gubernatura a cambio de que no lo persiguieran, pero no ocurrió.
La docilidad o institucionalidad de Moreno Valle frente a la detención de su mentora no le granjeó las confianzas de Peña Nieto, quien retrasó hasta cinco meses su primera gira a Puebla que ocurrió el martes 23 de abril del 2013. A contracorriente de los reclamos de la dirigencia nacional del PAN provocado por el Hambregate de Rosario Robles, Moreno Valle le dio todo su apoyo a la Cruzada contra el Hambre y al Pacto por México que ya en ese momento comenzaba a chirriar a partir de la descarada intervención de Rosario Robles y la Sedeso en Veracruz.
Hasta ese punto, Peña Nieto volvió confiar totalmente en el gobernador poblano, a quien eligió como su Caballo de Troya al interior del PAN, función que cumpla hasta hoy y que puede volverse más relevante conforme se acerque la elección del 2018.
Fueron los priistas poblanos los paganos de esa promiscua relación política entre el Presidente y el gobernador poblano. Enrique Agüera fue abandonado en 2013, desde Los Pinos se envió a Blanca Alcalá al matadero sin ninguna clase de apoyo, se designaron dirigencias de papel, y sobre todo, cada año llegaron más de 10 mil millones de pesos a Puebla en calidad de recursos extraordinarios. Con tanto dinero, manga ancha política, felicitaciones de funcionarios federales y apapacho presidencial, el PRI se fue achaparrando sin remedio.
La interlocución con Peña Nieto, sin embargo, deja de ser patrimonio único de Moreno Valle y en siete días lo será de Tony Gali Fayad, con quien el gobierno federal deberá negociar las complejas condiciones del 2018, mientras el gobernador en funciones se integra a la Reserva Nacional de Talentos en espera de que sus aspiraciones encuentren formas más sólidas que en los últimos dieciocho meses.