A finales del 2016, cuando los peces gordos del tricolor poblano solicitaron una reunión con el dirigente nacional de su partido, Enrique Ochoa Reza, y apenas fueron recibidos por el segundo de abordo, Héctor Gómez Barraza, y el senador Arturo Zamora, Blanca Alcalá le reveló con aires de diva a los Doger, Lastiri, Armenta y compañía que no decidía si buscaría nuevamente la candidatura a Casa Puebla para 2018, pero que por ningún motivo dejaría pasar al subsecretario de la Sedatu.
La senadora Alcalá, multipremiada por su derrota ante Antonio Gali con una cartera sin importancia en el CEN tricolor de Ochoa Reza, la vicepresidencia del Senado y el retorno al Parlatino, aparentemente ha tomado la decisión de volver a buscar la candidatura a Casa Puebla pese a su insostenible posición en las encuestas.
Se avecina el regreso de Blanca Alcalá a la política poblana para buscar la gubernatura, y el primer paso fue aceptar la reunión con Antonio Gali Fayad para presentarle las propuestas. Esa reunión, a la que la senadora se oponía frontalmente ya que en su lógica era convalidar la supuesta violencia política de género que —según ella— sufrió en la campaña de 2016, tuvo como gestores al mismísimo presidente de la República, Enrique Peña, y al secretario de Gobernación, Osorio Chong.
Esta es la historia.
En la larga, larguísima charla que sostuvieron Antonio Gali Fayad en su calidad de gobernador electo y el presidente Enrique Peña Nieto, uno de los temas que salió a colación fue cómo habían quedado las heridas electorales luego de un proceso tan competido, y el mexiquense preguntó directamente si ya había tenido oportunidad de reunirse con Blanca.
Gali, franco y directo, comentó a Peña Nieto que para él, las heridas de campaña ya estaban cerradas, y que había enviado mensajes a Blanca de la conveniencia de reunirse, pero que la senadora nunca había aceptado.
-Blanca está enojada, pero es mi amiga, respondió el mexiquense. Le voy a encargar a Miguel Ángel (Osorio Chong) que los junte, no es bueno que las cosas queden así.
-No tengo problema, señor presidente, respondió Gali.
Y aunque al día siguiente las gestiones comenzaron para tal reunión, y éstas se reforzaron a través de René Juárez Cisneros desde la subsecretaria de la Segob una vez que el ex gobernador de Guerrero fue el principal asesor electoral de la fallida campaña tricolor, no fue hasta la semana anterior que Blanca dio su anuencia y puso varias condiciones para que el encuentro se difundiera.
¿La principal? Que por ningún motivo en el boletín de prensa se estableciera que “Blanca Alcalá reconocía la victoria de Antonio Gali Fayad”, sino que se acordó un manejo institucional para hablar de la entrega de ‘propuestas’ sin hacer referencia al resultado electoral del 5 de junio de 2016.
¿Por qué ahora sí aceptar la reunión? ¿Por qué pactar la difusión en esos términos?
De entrada, en su psique interior, Blanca Alcalá no perdió, sino que fue derrotada por una mezcla de violencia política de género, así como la conspiración de varios medios de comunicación que no se cansaron de lanzarle lodo. En su visión, no hubo un acuerdo del gobierno federal para entregarla al morenovallismo, ni un pacto de rendición.
Ni ayer, ni hoy, ni mañana, la senadora va a reconocer su derrota. En esa postura, de acuerdo con personajes cercanos a su entorno, Alcalá plantea volver a competir por Casa Puebla y disputarle la candidatura del PRI a Juan Carlos Lastiri, Enrique Doger, Alejandro Armenta y los que se acumulen esta semana.
¿Por qué? Porque, otra vez según su entorno, la no aceptación de su derrota es el paso previo a victimizarse ante los poblanos. Asumirse como una mujer arrollada por el poder, víctima de violencia de género y mártir de la ciudadanía poblana maltratada por el morenovallismo.
Además, su alter ego Estefan Chidiac logró apoderarse de los Comités Municipales, con lo que Lastiri y Doger serían arrollados si se diera una contienda directa como pide el subsecretario de la Sedatu, calculan.
No suena mal su postura. Ahora sólo le falta convencer al 56 % de los poblanos que tienen una opinión negativa de ella. Veremos cómo le va.