Treinta y cinco días en el poder tiene la administración de Antonio Gali Fayad y en la mitad de éstos, José Juan Espinosa ha sido el gran protagonista. El propio gobierno ha erigido al edil cholulteca como su rival, demostrando descontrol político y desconcierto en la estrategia mediática que alienta otra prima donna del escenario, Javier Lozano Alarcón.
En el duelo de divas, el alcalde cholulteca y el Jefe de Oficina ganan posicionamiento para su ambición de llegar a Casa Puebla, y llevan agua a su molino en detrimento del nuevo gobierno que se convirtió en su rehén mediático, ya que el tema dominante de la agenda en estos días es la ¿falsa? privatización del servicio del agua.
La polémica en parte es ociosa porque, como todos lo sufrimos en la zona metropolitana, el servicio sí fue privatizado desde 2014 previas reformas a la Ley de Agua. Después de un procedimiento oscuro, que ni siquiera votó el Cabildo del Ayuntamiento capitalino, la empresa de reciente creación y dudoso padrinazgo, Concesiones Integrales, se hizo de la red de agua potable mediante una fuerte contraprestación, y con base en una nueva estructura tarifaria aprobada por el Congreso local, inició una nueva era en los cobros.
En este sentido, José Juan tiene razón: el agua ya ha sido privatizada. Y la prueba del crimen son las boletas de Aguas de Puebla. El nuevo tarifario, con asegunes, privilegia al consumo por metro cúbico, y dota a la empresa concesionaria de facultades brutales como cerrar el acceso al drenaje.
Pero en otro sentido, si le creemos a la palabra del gobernador Gali, el Gobierno del Estado no tiene la intención de impulsar más privatizaciones que la de la zona metropolitana. Pero como la redacción de la reforma es oscura, utiliza el concepto de ‘estado’ y no de ayuntamientos, y como en el pasado los morenovallistas nos han hecho tantas chingaderas, el temor a una nueva es inevitable.
La burra no era arisca: la hicieron a palos.
Pero más allá de la polémica del agua, si en verdad hay una nueva intención privatizadora, José Juan Espinosa y Javier Lozano Alarcón comparten un anhelo común: ambos quieren ser candidatos a la gubernatura. Así que mientras dure la polémica absurda, el show, ambos ganan, aunque sea el gobierno de Gali el que pierde.
No sorprende la actitud del edil cholulteca, quien busca Casa Puebla desde la oposición, sino en la del senador con licencia, supuesto aliado y subordinado del gobernador. En vez de apaciguar, ignorar, o debatir con altura, promueve el show para verse beneficiado de la escandalera.
La muestra perfecta de ese descontrol político fue el altercado ocurrido en las instalaciones de Televisa Puebla, ya que fue Lozano quien quedó evidenciado como autoritario, pero también como pusilánime, pues no fue capaz de sostener la confrontación del edil Espinosa, quien con alevosía y ventaja grabó el rifirrafe sabiendo de antemano que, en cualquier escenario, saldría ganador.
La inmadurez política de Lozano quedó reflejado en el acontecimiento de “ay mi mano”. Al estilo Manolín y Shilinsky, José Juan persigue a Lozano para entregarle una boleta de pago de Agua de Puebla como prueba del servicio de agua potable, y en vez de encararlo, el senador con licencia decidió poner pies en polvorosa y rehuir el debate abierto. De últimas, y fiel a su estilo mamón, cierra la puerta de su camioneta dándole un repasón a la mano del alcalde que, dramáticamente, grita ¡ay mi mano!
La escena, claro, provoca risas, pero de fondo evidencia que Javier Lozano Alarcón es una extensión del autoritarismo morenovallista incapaz de debatir o generar consenso, sino que todo se reduce a actos de fuerza como aplastar la mano del edil de San Pedro Cholula e ignorar sus demanda.
Con el show en Televisa, lejos de apagarse la polémica, está sigue in crescendo: son seis los municipios que recurrieron a la Suprema Corte de Justicia para combatir la reforma, y son 12 municipios los que ayer llegaron al Congreso local a manifestarse.
Como apagafuegos, Lozano Alarcón quedó mal y José Juan se ha entronizado e incluso ve de cerca la candidatura de Morena con rumbo a Casa Puebla: como buen actor, convence a muchos de la pureza de intenciones. Llegó la hora de que el senador con licencia actúe con más eficacia para contener al alcalde, o de plano, salga del escenario, para que enfrente un nuevo interlocutor.