La última y flamante adquisición de ese relleno sanitario en que se está convirtiendo Morena es Luis Miguel Barbosa, personaje cuyo peso electoral es un raquítico 3.4 % en Puebla y a nivel nacional un ínfimo .1 %.
A contracorriente de su escaso peso electoral, el coordinador de los senadores del PRD cumple el papel de continuar la estrategia de desfondamiento del Sol Azteca. El costo para López Obrador, sin embargo, es continuar decepcionando a sus partidarios más radicales que, desde 2006, defienden el discurso de la lucha contra la mafia del poder.
Más desprestigiado que oscuro, Barbosa fue un aplaudidor de las reformas del Pacto por México, operador en el Senado y tapete de Emilio Gamboa. Su decisivo papel en la aprobación de la Reforma Fiscal, Educativa y anexas lo colocaría firmemente como integrante de la mafia en el poder.
En los primeros años de la legislatura fue empleado de “Los Chuchos” e incluso no perdía oportunidad de negociar y alabar a Moreno Valle. Hizo negocios y obtuvo prebendas.
Como dueño del PRD poblano, Barbosa entregó la estructura del Sol Azteca a Moreno Valle para las coaliciones de 2010 y 2013, y solamente hasta que comprobó la torpe operación del alcohólico Luis Maldonado para arrebatarle el partido, promovió la independencia del PRD poblano a través de Socorro Quezada.
El resultado de esa ruptura fue el raquítico 3.4 % que obtuvo Roxana Luna en la elección de 2016; y no se ve mejoría para 2018, pues el riesgo real es perder el registro.
Con los caminos cerrados por “Los Chuchos” en el PRD para saltar a una diputación federal plurinominal, incapaz de ganar un distrito de mayoría en Puebla —por ejemplo en Tehuacán, su terruño—, Barbosa ve en López Obrador su único camino para continuar aferrado a la ubre del poder.
Se entiende su interés mezquino, pero no es lo peor. Lo peor es que el tabasqueño lo recibió en el movimiento bajo el argumento que en Morena todos son bienvenidos mientras no hayan formado parte de la mafia.
¿En verdad vale la pena cargarse un desprestigio de ese tamaño?
Al paso que va, en lugar de partido redentor, Morena acabará convertido en un relleno sanitario.