La primera gira de Pepe Meade como candidato presidencial del PRI dejó sabor a ceniza hasta en los priistas poblanos más optimistas de una recuperación de Casa Puebla como escalón para conservar la Presidencia. El sabor del atole que les dieron tiene el mismo del 2013 y 2016: no hay negociaciones con Moreno Valle, pero ya todo está negociado para perder.
Nada dio ánimos: ni la mini-concentración que armó Jorge Estefan Chidiac con apenas mil 500 priistas que quisieron ir a conocer a su candidato presidencial, ni la comida de empresarios en casa de Pepe Chedraui, ni la ultra secreta reunión con los aspirantes a la gubernatura en una residencia de las Fuentes.
El diagnóstico en casi todos lados fue el mismo: el candidato presidencial no tiene empaque, su equipo no sabe a qué juega, el discurso es anticlimático y la poca vehemencia con la que niegan la negociación con Moreno Valle no hace sino confirmarla.
Los pactos de las derrotas no se hacen ex post, sino ex ante: el desembarco de Meade para reunirse con el arzobispo como primera actividad estuvo precedida por un madrazazo electoral. El convenio de coalición parcial PRI-PVEM-Panal entregado al INE no incluye a Puebla ni para senadores ni para diputados federales. Cada partido irá por sí mismo con sus propios candidatos, diluyendo el voto en favor de Meade. Peor imposible.
O sí: en la reunión privada ni el candidato presidencial ni el presidente del PRI pudieron asegurarle a los aspirantes a Casa Puebla que el PVEM y el Panal los acompañarán. Que harán todo lo posible por sumarlos, pero que el único compromiso es que no se sumarán a una coalición morenovallista y que lo peor que puede pasar es que vayan con candidatos propios.
Tampoco Meade pudo negar su amistad con el gobernador poblano ni con Roberto Moya, pero afirmó que es más amigo de los números y con los actuales simplemente no les da, así que hará todo lo imposible por ganar Puebla. Pero a esa hora el sabor a hiel ya estaba en las bocas y las explicaciones geniales de Ochoa Reza del modelo matemático-electoral para ganar nadie las entendió.
Para los que saben de ingeniería electoral, se trata de un galimatías incomprensible. Supuestamente PVEM y Panal habrían aceptado cobijar al ciudadano Meade para la presidencial, pero exigieron libertad para jugar solos en varios estados con el objetivo de conservar su registro conforme a las nuevas normas electorales.
Entonces, para el Senado sólo van juntos en 16 estados. Pero de las 32 candidaturas, 11 las encabezarán los partidos coaligados: 7 el PVEM y 4 el Panal, con lo que únicamente 21 priistas tendrán candidaturas. Ahora, en el caso de las diputaciones federales, la coalición abarca 133 distritos electorales y de ellas, 50 son para los socios: 31 serán peleadas con candidatos del PVEM y 19 con abanderados del Panal.
Dicen los que saben que esta fórmula de coalición es un paso al desastre electoral de proporciones no calculadas. La desesperanza se ahonda porque Pepe Meade, como se demostró en el mini-mitin del Centro de Convenciones diseñado con un formato ex profeso para su lucimiento, tiene todos los defectos de alguien que no ha sido candidato a nada en su vida.
De entrada, Meade ni siquiera se acerca a ser un mal orador de masas. Su tono es académico, su ritmo es pausado, su discurso es una repetición de lugares comunes y su voz no está educada. Todos estos son defectos perfectibles en un candidato a diputado local o a regidor, pero no en un abanderado presidencial.
Sin embargo, lo peor ocurrió cuando el tecnócrata les daba la espalda a los priistas con los que supuestamente dialogaba. Le pasó a Luis Márquez, a Giorgana y a Hernández y Genis. Al candidato se le iba el avión y simplemente les daba la espalda, quizá como muestra del fastidio de someterse a esos rituales incompresibles para los habitantes de las cúpulas. Si a eso sumamos guaruras armados protegiendo al candidato y bailarinas exóticas, todo fue caótico.
También hubo ingenuidad en los priistas poblanos, como en la pregunta expresa de Hernández y Genis sobre la negociación de la derrota. ¿Qué quería que le contestara? Sí mano, los vamos a volver a vender. O como cuando Giorgana se quejó el endeudamiento del morenovallismo y los PPS. ¿A poco no sabe que como titular de Haciendo no sólo lo toleró, sino que él mismo diseño el esquema financiero para el Museo Internacional del Barroco, como lo presumió el ex gobernador cuando se inauguró? ¿Querían que criticara a sus monstruos financieros? ¡Por Dios!
En la comida con empresarios, Meade sólo se dedicó a escuchar quejas. Y en la reunión con los aspirantes en Las Fuentes, fue incapaz de asegurar la participación del PVEM y del Panal. Casi salieron con lágrimas en los ojos.
La situación es crítica, pero el diagnóstico es común: con ese candidato y ese equipo, López Obrador tiene pavimentado el camino a Los Pinos.