Apenas una semana duraron las vacaciones de Rafael Moreno Valle y este día el ex gobernador poblano volverá a la actividad política para medir su nueva realidad. Sin erario, sin cargo público, sin helicópteros, viáticos o Suburbans, pero sobre todo sin una presencia notable en el Asamblea Nacional o aliados en el CEN, intentará hacer algún tipo de ruido posible que le asegure por lo menos una senaduría y la candidatura a Casa Puebla para su esposa Martha Erika Alonso.
No la tiene sencilla. Simplemente, le falta ejército electoral, influencias en las instancias partidistas, pero sobre todo, el sospechosismo de trabajar para el PRI permea en las altas esferas de Acción Nacional donde cada vez se cierran más caminos.
En concreto, las sospechas del sabotaje interno que realiza para el PRI y Peña Nieto cada vez se confirman más y lo alejan del epicentro de la toma de decisiones capitales. La última acusación en su contra es alentar la rebelión de Ulises Ramírez en el Estado de México para retardar lo más posible la formalización de la candidatura de Josefina Vázquez Mota y permitirle a Alfredo del Mazo Maza ganar tiempo de promoción.
Moreno Valle luce aislado al interior del PAN y rodeado de operadores ‘pipitilla’ que no representan ningún tipo de peso específico. Enero, su último mes como gobernador, resultó fatídico. Decidió ausentarse de la instalación de la Asamblea Nacional, luego, a su VI informe, solamente se hizo presente Ricardo Anaya y con ello medir su músculo. Las entrevistas en medios nacionales no generaron expectativa y su nombre prácticamente desapareció.
Antes de irse a sus brevísimas vacaciones y tras revisar las últimas encuestas, Moreno Valle expresó a sus fieles la misma conclusión a la que llegan empresarios, analistas y medios de comunicación: el efecto rebote del gasolinazo han hecho prácticamente invencible a López Obrador. El PRI no tiene ninguna posibilidad y la debilidad intrínseca de Margarita Zavala pavimentan las posibilidades de que el tabasqueño llegue a Los Pinos, por fin, en 2018.
Las únicas vías de crecimiento político son dos: mantener su territorio con Martha Erika Alonso y conseguir una de las primeros cinco senadurías plurinominales. Sin embargo, domina la incertidumbre respecto de estos objetivos.
Curiosamente, la expansión regional del morenovallismo no se basa en alianzas con gobernadores panistas —solamente hace equipo con Pancho Domínguez de Querétaro y Carlos Mendoza Davis de Baja California Sur— dado que muchos lo aborrecen como Javier Corral, Miguel Ángel Yunes o Rosas Aispuro. Con otros, como Kiko Vega, se perdió total interlocución al apostarse el bajacaliforniano por Ricardo Anaya.
Para crecer regionalmente, Moreno Valle hace alianzas con gobernadores del PRI y sus primeros enclaves son el Estado de México, Hidalgo y Sinaloa. Con Eruviel Ávila hay un pacto expreso para, a través de Ulises Ramírez, socavar a Josefina Vázquez Mota. Con Omar Fayad sus operadores reciben sueldo del erario de ese estado, y con Quirino Ordaz ya hay previsto un pacto semejante, al igual que con Manuel Velasco de Chiapas, quien incluso se apareció en su despedida.
Pero la realidad es que su distancia con Anaya, los Calderón y Santiago Creel se acentúa día a día. La Comisión Política del CEN no le sirve para nada, porque nadie pide su opinión para nada y los únicos interlocutores auténticos son Anaya y Santiago Creel.
Con los márgenes acotados, el morenovallismo ha decidido enclavarse en Puebla y sostener el dominio en la entidad ejerciendo una supervisión política sobre el gobierno de Gali Fayad. O mejor dicho, ese es su pretexto para interferir en el nuevo gobierno. El pretexto es impedir un eventual triunfo de Morena en la entidad.
¿Por qué? Porque las últimas encuestas muestran un declive de Acción Nacional y un crecimiento sostenido de Morena, que incluso con un candidato poco conocido se convierte en el rival más fuerte en la lucha por Casa Puebla. Las mismas encuestas sitúan al PRI en tercer lugar y en calidad de piltrafa para aspirar a ser competitivo.
Los caminos de Moreno Valle están definidos y todo indica que es aferrarse a sostener Puebla en sus garras. De momento, cualquier otra cosa es fantasía.