Con apenas 48 años, a las 11:59 horas de este día, Rafael Moreno Valle pasará a las filas del desempleo para convertirse otra vez en un ciudadano de a pie. O por lo menos, eso queremos creer. Pero se ve difícil.
No puede irse a cuidar a sus nietos porque ni hijos tiene. Su única vocación desde que regresó desde Estados Unidos es hacer política y más política, ya que no se le conoce otro tipo de intereses artísticos, culturales o deportivos. En otras palabras: querrá seguir influyendo en el destino político de Puebla y sus principales actores.
A Moreno Valle, sin embargo, le convendría verse en el espejo del ex presidente priista Luis Echeverría Álvarez. En plenitud de fuerzas físicas y mentales, apenas tenía 54 años, le tuvo que entregar la Presidencia a su amigo de la infancia José López Portillo.
Hiperquinético, hiperactivo, incombustible, Echeverría se inventó un centro de estudios del Tercer Mundo desde el que organizaría la conquista de la Secretaría General de la ONU, o de perdida, la campaña para recibir el Nobel de la Paz. Nada de eso ocurrió, por supuesto.
Pero por si se ofrecía, mandó a colocar una terminal de la red presidencial en ese centro de estudios. Ese telefonito, según diversos testimonios históricos provocó que el ex presidente terminara como Embajador en Islas Fidji, la delegación diplomática más lejana de México. Así fue la historia.
Al día siguiente de abandonar la Presidencia, Echeverría Álvarez comenzó a usar la red presidencial para comunicarse con los nuevos secretarios, los nombrados por el nuevo presidente. Imprudente, tiraba línea, regañaba, sugería e incluso los citaba a acuerdo aunque no era su jefe.
No tardó en enterarse López Portillo de las intromisiones de su amigo, y al gabinete pidió comprensión porque al ex presidente “le resultaba difícil divorciarse de la silla”. Con el paso de los días, las intromisiones de Echeverría se fueron haciendo más groseras e imprudentes. Con fastidio, López Portillo ordenó al Estado Mayor Presidencial desconectar la red presidencial del Centro de Estudios del Tercer Mundo.
Pero ni así se le quitó lo metiche. Echeverría Álvarez se volvió frecuente visitante de Porfirio Muñoz Ledo, uno de sus cuotas en el gobierno de López Portillo. Desde la secretaría del Trabajo, el ex presidente volvió a fastidiar al gabinete a través de la red instalada en esa dependencia. Jesús Reyes Heroles, secretario de Gobernación, exasperado, exigió al presidente detener el activismo de su imprudente amigo quien todos los días violaba las reglas no escritas del sistema.
La gota que derramó el vaso fue una llamada de Echeverría a López Portillo para recriminarle que su programa de gobierno, en varios puntos, contradecía lo realizado en su sexenio. Iracundo, el presidente decidió exiliar a su ex amigo e instruyó al canciller Santiago Roel buscarle entretenimientos muy lejos del país.
Primero lo enviaron a la delegación de la UNESCO, en París, y como ni así entendió, López Portillo lo envió a las embajadas más distantes de México: Australia, Nueva Zelanda e Islas Fidji.
Echeverría quiso ser poder tras el trono, eminencia gris, pero la Constitución dice que el poder Ejecutivo es unipersonal.
Tras el final de López Portillo, Luis Echeverría deambuló por el sistema político sin aceptar que su influencia se había acabado. Se volvió un personaje tan ridículo que Salinas de Gortari no tuvo problemas en atribuirle la autoría del complot que acabó con la vida de Luis Donaldo Colosio.
Moreno Valle, al igual que Luis Echeverría, tiene todos los requisitos para erigirse en el autor de un maximato porque se ha propuesto un objetivo más realista que su candidatura presidencial: hacer gobernadora a su esposa y evitar que Morena se haga de Casa Puebla en 2018. Esas son sus pretensiones reales.
Como le pasó a Echeverría con su fantasía de conseguir la Secretaría General de la ONU, la candidatura presidencial de Moreno Valle es una quimera sin sentido, un pretexto para seguir su activismo frenético. Pero nadie duda que, desde su teléfono, la mañana del 2 de febrero pretenda dar órdenes a Diódoro, Riestra, Trauwitz, Patricia Vázquez, Islas, Marcelo, Carrancá, Aguilar Chedraui.
En el cuartel general de Gali Fayad son optimistas, pero también están preparados si Moreno Valle cruza la línea. Y si lo hace, nadie dude que va a terminar en las Islas Fidji.
Un consejo, ya casi ex gobernador: hay que aprender a divorciarse de la silla.