Neandertales de la reglas básicas de la ciencia económica dada su escasa preparación académica, la mayoría de los periodistas poblanos que descubren el fenómeno social del robo de hidrocarburo en el Triángulo Rojo pasan por alto la premisa básica del conflicto: porque hay mercado, hay huachicol.
Más simple: sin un mercado que consuma la gasolina robada de los ductos de Pemex, sería imposible explicar el surgimiento de los capos locales como ‘El Toñín’, ‘El Bukanas’ y ‘La Negra’, que luego se aliaron con los grandes cárteles del crimen organizado.
El negocio no está en Palmarito Tochapan, Quecholac, Palmar, Tepeaca o Acatzingo: ahí se extrae el combustible y se arma la logística de su traslado hacia el mercado que requiere gasolina por debajo de sus costos en cantidades industriales.
Silogismo inverso: tomas clandestinas siempre hubo, pero no había mercado que requiriera combustible ilegal en cantidades industriales.
Las estadísticas lo demuestran.
En el periodo entre 2000 y 2009, el promedio de tomas clandestinas que Pemex encontró en Puebla fue de 12. Sí, 12 tomas clandestinas por año. Incluso en 2005 no se reportó ninguna. Estas cifras confirman que había tomas, había huachicoleros, pero su escala era minúscula porque no existía un mercado.
En 2010, la tendencia comenzó a cambiar, ya que en ese año se descubrieron 40. Prácticamente se duplicó, pero aún era un fenómeno controlable.
Entre 2011 y 2017 todo se salió de control, año tras año se duplicó la actividad criminal. En ese periodo el promedio anual pasó a 508 tomas clandestinas.
¿Cómo pasamos de 12 tomas clandestinas al año entre 2000-2009 a 508 entre 2011-2016?
El diablo está en los detalles. El salto cuantitativo de la industria criminal se da entre 2013 y 2015, cuando se pasó de 211 a 815 tomas clandestinas. Es decir, en ese momento ocurrió la explosión del mercado.
Ahí entran las variadas hipótesis que confluyen en tres vertientes: la explosión del mercado, la negligencia de Pemex, o complicidad, y la protección que se brindó al negocio de la extracción desde el gobierno de Moreno Valle.
Héctor Aguilar Camín ya apuntó en una dirección que nadie realmente quiere investigar: la construcción de la planta Audi es la primera gran explosión del mercado huachicol. Los millones de metros cúbicos de tierras que se movieron en los cientos de camiones afiliados a la CTM de Leobardo Soto requirieron del huachicol como fuente de ampliación de las ganancias.
Y es que de los miles, millones de litros de combustible que se le roban diariamente a Pemex sólo una pequeña parte se queda en la zona.
Tras Audi, se abrió un nuevo mercado: los gasolineros en el centro del país.
Pero como las tomas clandestinas no cesan pese a la militarización del Triángulo Rojo, sino que crecen, eso quiere decir que el mercado del huachicol continúa en expansión.
¿Y qué gran obra se construye en este momento?
Por supuesto, el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México en la zona de Texcoco, donde trabajan muchas de las constructoras más importantes del país. ¿Se financian con el huachicol?
En la explosión de la actividad delincuencial en el Triángulo, además de crearse un mercado, coincide con la llegada de Peña Nieto al Gobierno federal, quien colocó a un novato al frente de Pemex, Emilio Lozoya quien nunca se notó muy interesado en defender las instalaciones estratégicas y el robo creciente.
Por último, también entre 2013-2015, coincide con la llegada de Facundo Rosas Rosas a Puebla como secretario de Seguridad Pública, quien trajo consigo a su gente de confianza que creó, impulsó y protegió a las mafias.
Ahora, como extranjeros en su tierra, periodistas poblanos como Mario Alberto Mejía descubren casi en exclusiva que el Jefe de la Policía Estatal, Marco Antonio Estrada fue detenido cuando personalmente, acompañado del comandante de Operaciones Especiales (GOES), custodiaba un convoy de 29 camionetas.
Aunque sea como ejercicio de memoria, es raro encontrar en el periódico de Eukid Castañón ese episodio que el morenovallismo insiste en borrar de su memoria.
Así que desviar la atención es muy sencillo: los culpables del huachicol son los seudo campesinos de Palmarito y la región.
¿Y el mercado de compradores de huachicol?
¿De ellos quién habla?
¿Quién ataca al mercado que adquiere el huachicol?