La espiral de violencia es incontenible, imparable. En Sinaloa, tierra del cártel criminal más poderoso de planeta se libra una guerra, luego de la extradición de Joaquín Guzmán. El legendario “Chapo” llevó a su organización a las ligas de la globalización; al nivel de rivalizar o negociar con las triadas chinas, la yakuza japonesa o la mafia rusa. Redes que cohabitan en las calles de Los Ángeles, Nueva York o Miami. Ahí Guzmán Loera logró posicionar a su cártel como el más poderoso del orbe.
Pero todo ese “holding” hoy se sacude, se estremece en una guerra interna que “Los Chapos” no esperaban. Los “Dámaso”, otrora aliados del capo, han tendido un puente con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) para tomar el control del Cártel de Sinaloa. Lo que viene será una guerra sin parangón, algo nunca antes visto en este México rojo.
Por todo el país la violencia aumenta en forma geométrica. El discurso presidencial y las palabras del Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, del General Salvador Cienfuegos Zepeda y del Almirante Soberón Sanz no pueden contener esta escalada de terror.
El show presentado en Tepic Nayarit, cuando se requirió de un helicóptero artillado, UH-60M Black Hawk, para eliminar a una célula de los Beltrán Leyva, tendría que repetirse en todo el país para tratar de paliar la embestida del crimen organizado.
La narrativa viene a cuentas porque la madrugada del jueves 9 de febrero se registró un ataque extremadamente violento en el municipio de Palmar de Bravo, Puebla.
Las primeras indagatorias ministeriales refieren la presencia de la organización conocida como “La Familia Michoacana”, una derivación de lo que alguna vez fue el cártel más fuerte en aquella entidad, pero que fue sustituido y desplazado por los “Caballeros Templarios”.
Sobre el ataque de esta célula criminal en Palmar de Bravo se han dado dos datos; uno habla de un grupo armado de cerca de 40 sicarios, en tanto que otra versión asegura que eran 60. Como quiera que sea estamos ante un convoy de 37 camionetas que puede tomar el control de cualquier municipio poblano.
Debe destacarse e insistirse en que la “Familia Michoacana” no es el cártel que opera y controla la extracción de hidrocarburos en ductos de Pemex. Es decir no es la organización que construyó la base social de los “huachicoleros”.
En realidad estamos ante la entrada de un segundo cártel. Se asegura que su presencia fue un ajuste de cuentas por el robo de un cargamento de drogas con valor de 8 millones de dólares.
La pregunta obligada, inevitable es: la Familia Michoacana ¿llegó para quedarse? ¿O solo vino a hacer “un trabajo” y se regresó a su base de operaciones en el Estado de México?
Porque para estas alturas ya vieron que pueden moverse por todo el estado, entrar y salir, recorrer el “Triángulo Rojo” sin problemas, sin que nadie los moleste.
Es muy probable que al pasar junto al “Arco de Seguridad” se hayan preguntado “¿Y esa chingadera para qué sirve?”.
Es lo mismo que nos preguntamos los poblanos que transitamos por esa carretera.
El gobernador Tony Gali de manera urgente debe tener un Plan B en la bolsa de la camisa para la Secretaría de Seguridad Pública, porque el junior Morales Rodríguez de ninguna manera podrá con el nuevo escenario que se está presentando en Puebla.
Al tiempo.
Como siempre quedo a sus órdenes en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. , sin mx.