Lo que empezó como un mal gobierno en 2018, para finales de 2020 se ha convertido en una abominación, en un hecho grotesco para el que se acabaron los adjetivos y las descripciones.

 

 

Incapaz de entender lo correcto y lo incorrecto en su actuación como presidenta municipal, Claudia Rivera Vivanco decidió que antes de concluir su periodo e irse a buscar la reelección tenía que cumplirle a los suyos. No a los poblanos, sino a su mamá Eloísa, a sus hermanos Teresa, Gabriela, David y Daniel, y, claro, a ella misma.

 

 

Todos ellos, incluida la propia Claudia Rivera Vivanco, son copropietarios del inmueble ubicado en la calle 6 Poniente en el Barrio de San Miguelito, inmueble que, glorias del servicio público, se ha visto beneficiado con una remodelación exprés que no se encontraba contemplada en ningún plan de obras sino hasta que arrancó la licitación a finales de noviembre.

 

Parece chiste pero es anécdota: con 12 millones de pesos del erario poblano, Claudia Rivera Vivanco ordena remodelar la calle en la que se encuentra un bien inmueble de Claudia Rivera Vivanco.

 

 

Esta aplicación de recursos públicos en beneficio propio luce abiertamente como un peculado que podría traerle consecuencias legales a la presidenta municipal, a su secretario de infraestructura y a su tesorero municipal.

 

Por supuesto la presidenta municipal, que ha callado desde que CAMBIO reveló la remodelación que la beneficia, podrá argumentar que se trata de una obra con alto impacto social y por eso decidió invertir 12 millones del erario poblano, jamás para darle mayor plusvalía al bien inmueble que habita su mamá.

 

(Su señora madre, por cierto, le cerró la puerta en las narices al reportero Ricardo Juárez cuando acudió al inmueble para darle su derecho de réplica. No sólo exhibió su pésima educación, sino que hay carencia de argumentos para justificar la obra).

 

En el momento que diga eso del beneficio social se activarán las risas grabadas porque en una ciudad de casi 2 millones de habitantes, con 60 % de ellos en alta marginación y 17 juntas auxiliares en grado máximo de pobreza urbana, no hay cientos sino miles de calles que necesitan pavimentación y/o remodelación.

 

En pocas palabras: mientras cientos de calles y avenidas permanecen en el abandono, Claudia decidió atender lo prioritario, que es ella misma y su familia.

 

¿Quién decidió que era más prioritaria la 6 Poniente que pavimentar una calle en Azumiatla o remozar las calles de la Resurrección o de la Romero Vargas?

 

 

¿Por qué beneficiar a unas cuantas familias que circulan por esa calle que no es prioritaria y sí dejar en la marginación a otros cientos de miles de familias?

 

Claro que no hay ninguna justificación ni de política pública, ni mucho menos de beneficio social, y ya ni siquiera ética. Que una presidenta municipal decida remodelar su propia calle es simplemente una marranada que ataca cualquier principio que inspire la 4T.

 

De Claudia Rivera Vivanco nunca se espera nada y aun así logra decepcionarnos. A nadie en su sano juicio se le ocurriría incurrir en una acción de gobierno tan abiertamente ilegal y mezquina, que retrata a la perfección la infinita degradación que ha sufrido Claudia desde aquella activista que conocimos en la campaña de 2018 a la corruptísima presidenta municipal en este 2020 que termina.

 

Desprestigiada, impresentable, con una intención de voto rumbo a la elección de 2021 de apenas 9 %, con decenas de escándalos de corrupción en las espaldas y varios líos legales esperándola, Claudia Rivera sí dejará huella en la Puebla que mal gobernó un trienio que sólo fue feliz para sus vecinos.

 

Esos vecinos de la 6 Poniente, a la larga, serán los únicos que votarán por ella hasta para gobernadora. ¿Si eso hizo como alcaldesa y así se sirvió con la cuchara grande, qué no haría como la sucesora de Luis Miguel Barbosa en 2024?