No. No va a ser una tarea sencilla llevar a Alonso a Casa Puebla.
Me refiero a la mujer que durante más de una década conocimos como “de Moreno Valle”, pero que en un acto de genuina independencia de género, decidió despojarse del apellido de casada.
Ahora es sólo Alonso Hidalgo, aunque no sé si los electores y lectores de esta columna la identifiquen así. Veremos si se acostumbran.
Alonso ya recibió la primera embestida: la rata zarrapastrosa de Javier Lozano Alarcón dice que no tiene experiencia en la administración pública.
No miente el senador que comió del plato de Los Moreno Valle durante ocho años, e incluso es hoy todavía invitado recurrente al palco del gobernador pese a la traición al PAN.
El problema de Alonso es el clima de encabronamiento colectivo que se mueve en dos direcciones: una, el PRI y Peña Nieto; dos, la herencia del ex gobernador y el plan monárquico de transmisión del poder.
Las encuestas han encendido las alertas rojas en la mansión de Los Fuertes, pero también en Casa Puebla.
Impulsada por el efecto López Obrador, la fórmula Alejandro Armenta-Nancy de la Sierra ya puntea en la carrera al Senado. Morena amenaza con llevarse las dos curules.
El segundo lugar se llevaría la primera minoría y de todos modos entraría a la Cámara Alta, Antonio Gali López del Frente PAN-PRD-MC. Quien sea su pareja en la segunda fórmula la tiene difícil.
En tercer lugar, misión imposible para llegar al Senado para Jorge Estefan Chidiac ‘El Gasolinero’. Por eso ya dice que está dispuesto a quedarse al frente del PRI poblano. Sabe que le espera una zapatiza.
Total, el efecto López Obrador ya contaminó la elección al Senado. Y eso que todavía no empieza la campaña, pero el dúo Armenta-De la Sierra ya es muy competitivo.
¿Cuánto falta para que el efecto López Obrador infecte la elección por la gubernatura?
Algunas proyecciones señalan que la candidata Alonso arrancará la campaña con apenas 5 puntos de ventaja sobre Barbosa. Es decir, nada.
Es cierto que Moreno Valle empezó 10 abajo, pero tenía la marea a su favor.
Gali empezó con 10 puntos de ventaja sobre Agüera en la elección a la alcaldía, y también 10 sobre Blanca en la pelea por la gubernatura. Nunca los perdió.
Pero Gali tiene un carisma arrollador y la marea no estaba en su contra. El morenovallismo todavía era digerible.
En cambio, Alonso arrancaría con 5 puntos arriba y la marea en contra. Serán dos meses in extremis, quizá, para llegar a un final de fotografía.
O tal vez un final apretado con ventaja para Alonso, pero que el tsunami de López Obrador puede voltear en beneficio de Barbosa.
La infección también llegará a los distritos federales, locales y ayuntamientos. Por ejemplo, todo indica que Sergio Salomón Céspedes dejó el PRI para irse a Morena y pelear Tepeaca. El canto de Armenta lo sedujo.
Si el PRI tiene un candidato fuerte como Doger quizá sea posible contener a los tránsfugas. Si es Estefan, será el último en apagar la luz y se hundirá con el barco mientras Morena se hace más fuerte.
No. No va a ser fácil llevar a Alonso a Casa Puebla para que Moreno Valle pueda acomodarse otra vez. La marea no está a su favor.