El contexto de la elección presidencial sufrió ayer un cambio radical con la modificación de nuestro escenario geopolítico. Trump, después de alertar por meses, por fin mordió. La imposición de aranceles al acero y al aluminio a sus principales socios del TLC, México y Canadá, es el acta de defunción adelantada a la mayor zona de intercambio comercial del mundo.
Quizá Trump se desesperó porque no pudo doblegar a los negociadores del nuevo TLC. Quizá es un manotazo sobre la mesa para conseguir la modificación de las cláusulas que afectan la industria automotriz. O quizá, en el caso específico de México, tiene la información suficiente de la división que priva en nuestro país en torno a la elección presidencial, donde por un lado quieren ir los empresarios y por otro lado quiere ir una mayoría empobrecida.
¿Pero qué prefiere Donald Trump como próximo presidente de México?
¿A López Obrador, a Anaya, a Meade?
¿Quién conviene más a sus intereses geopolíticos, a su visión empresarial, a su estilo egocéntrico personal?
Pensar que Estados Unidos no va a intervenir en la elección presidencial es un acto de ingenuidad. A la ingenuidad a cierta edad se le llama pendejez. El análisis chairo, sin embargo, ha dejado fuera el intervencionismo histórico gringo y su visión del patrio trasero que es México.
Donald Trump ha sido el presidente más hostil hacia los intereses mexicanos. O lo había sido hasta ahora en el discurso, pero ya pasó a los hechos iniciando una guerra comercial en las que saldremos perdiendo todos, pero por tamaño de economía, México va a perder más.
Visto desde el otro punto de vista: ¿Quién va a lidiar mejor con Trump?
¿López Obrador, Anaya, Meade?
Como la duración de su mandato será de dos años, y como el magnate le quedan dos años, y otros cuatro posibles si logra la reelección, compartirían asiento durante seis años.
La imposición a los aranceles del acero y aluminio va a afectar a todas las cadenas productivas, especialmente a las de la industria automotriz. Dada la dependencia del PIB poblano de Volkswagen y Audi, en Puebla vamos a sufrir en los próximos años. Ante la incertidumbre, el dólar se fue ayer a 20.40 pesos.
Trump sabe que México vive un especial momento de tensión, de división en torno a la elección presidencial. Si le creemos a la encuesta, la mayoría de los mexicanos ya eligió a López Obrador. Pero si le creemos a las manifestaciones de los poderes fácticos, los empresarios van por otro lado.
Esta división puede crear un abismo que Estados Unidos y Trump utilizarán para fortalecer su poder geopolítico. Lo que no se sabe es quién les conviene más para ese fortalecimiento. De lo único que no hay duda es que, como ha ocurrido históricamente, intervendrán.
El historiador John Womack descubrió el hilo negro cuando afirmó que los Estados Unidos habían abandonado el plan de la dominación por las armas en Latinoamérica cuando lograron infiltrar a las élites de esos países con jóvenes formados en las universidades de la Ivy League que llegaban al poder de sus países tercermundistas.
No había necesidad de enviar un soldado, disparar una bala, si los infiltrados tecnocráticos gobernaban para los intereses de los Estados Unidos.
López Obrador es la subversión de ese modelo de la infiltración de las élites: no estudió en Estados Unidos, no habla inglés, no entiende cómo funciona el mundo global. En esta guerra comercial, el tabasqueño le sugirió a Peña buscar una cita con Trump para hablar del tema de los aranceles. N´hombre, un genio. A nadie se le había ocurrido tal simplicidad.
¿Así será el presidente AMLO? ¿Mandará a rogar por una cita con el presidente Trump? ¿Y cuándo se la nieguen?
¿O preferirá Trump a López Obrador porque sabe que jugará con él como un muñeco, que será un provinciano extraviado en las Grandes Ligas?
¿Qué papel jugarán Trump y Estados Unidos en el mes que nos queda antes de la elección presidencial?
¿Cuál es el juego geopolítico de Estados Unidos?