Cualquier ciudadano promedio, usted o yo, que descubriera la usurpación de su nombre o falsificación de su firma en un documento oficial, inmediatamente denunciaría tal delito en el Ministerio Público. Pero parece que Karina Romero Alcalá o Juan Manuel Vega Rayet escapan al razonamiento del ciudadano promedio, pues a pesar de verse involucrados directamente en el escándalo de las rúbricas falsas para apoyar a la candidatura independiente de Ana Teresa Aranda, se lo tomaron muy a la ligera. Ninguno, por ejemplo, planteó acudir a la Fiscalía General del Estado o la Fepade.
¿Qué se esconde detrás de tal indolencia?
Pues el burdo contubernio entre el Revolucionario Institucional y la ex panista para ayudarla a aparecer en la boleta del 5 de junio. Solamente que el cambio de condiciones, especialmente los últimos números de las encuestas, han llevado al war room blanquista a replantear la conveniencia de tener a Ana Teresa Aranda y a Roxana Luna como competencia directa de Alcalá, una vez que entre las tres puede difuminarse el voto antimorenovallista.
¿Traicionaron los priistas a la aspirante independiente y filtraron ellos mismos las cédulas de apoyo para deslegitimarle y cerrarle totalmente la posibilidad de que el IEE valide su registro?
No es descabellado, ya que la evidencia del contubernio ha deslegitimado totalmente a Ana Teresa Aranda, una vez que su base de apoyo no parece haber sido los ciudadanos, sino un acuerdo oscuro que aparentemente se ha roto.
Tal fue el impacto de la revelación de la cédula de apoyo firmada apócrifamente por Karina Romero que, luego de guardar silencio varias horas, a “La Doña” solamente se le ocurrió decir que en el organismo electoral “le sembraron” tales cédulas.
Suena absurdo por todos lados tal siembra desde el IEE, pues las consecuencias penales y mediáticas serían gravísimas. En cualquier caso, si “La Doña” quiere buscar siembras o infiltrados que delataron sus firmas falsas, debería buscarlos al interior de su propio equipo.
Como en las novelas policiacas de Agatha Christie, la ex panista debe analizar a qué bando le conviene más sacarla de la contienda. El asesino natural parecería el morenovallismo, pero el escenario de robo del protagonismo entre mujeres candidatas —Alcalá, Ana Tere y Roxana— modifica la lógica lineal.
A estas alturas, por supuesto, cualquier tipo de legitimidad de Ana Teresa se ha derrumbado, con afectaciones no sólo a ella, sino a la figura emergente de los candidatos independientes en Puebla. El contubernio demuestra que su objetivo no era lucha contra el autoritarismo del régimen, sino servir a la victoria de un grupo propiciando la derrota de otro.
Cualquier reclamo desesperado a partir de este momento suena a política ficción. El Instituto Electoral ganó la partida porque ya demostró la falsificación de las firmas de apoyo. Y lo hizo nada más y nada menos que con la hija de Blanca Alcalá.
El subdirector de este rotativo, Héctor Hugo Cruz, este día demuestra como un simple comparativo de las rúbricas de Karina Romero Alcalá prueba la falsificación a simple vista. “En un ejercicio comparativo realizado por CAMBIO entre la firma que aparece en la cédula de apoyo 163373 —publicada por El Sol de Puebla— y la firma autógrafa de Romero Alcalá en una de las actas de Cabildo publicadas en el portal de Transparencia del Ayuntamiento, queda claro que no es la misma.
“En el acta de Cabildo consultada por esta Casa Editorial en la firma de la regidora se puede apreciar que pone su nombre en forma manuscrita y que finaliza con una “a” estilizada, además de que pone un punto sobre la “i”.
“En tanto, que en la cédula de apoyo publicada por el rotativo poblano, se aprecian sólo garabatos estilizados, no se distingue otra letra más que una K al inicio, además de que hay una línea debajo de la misma, lo que no sucede con la firma original”.
Ana Teresa Aranda camina al borde del abismo. Iba a servir de esquirol pero la traicionaron.