Un submundo de hampa y crimen organizado brota de los drenajes de la Puebla profunda. Una línea que va de la detención del empresario gallero Ricardo Aduna, pasa por la captura del Rey de la Amapola guerrerense en Atlixco, y termina en el horror del palenque clandestino de Cuautlancingo que dio a luz una historia muy parecida en Ayotzinapa con desaparecidos, alcaldes coludidos con el crimen organizado y policías municipales al servicio de los criminales. En esa trama, parecen tener razón las pesquisas de la Fiscalía, protagonizada por fuereños con cuentas pendientes que, desgraciadamente, se encontraron en Puebla. Pero hay muchos huecos.
Es imposible no mirar las coincidencias del caso Aduna con las de Cuautlancingo. En ambos hay galleros involucrados y la muerte de muchos a través de la ejecución favorita de los Zetas, la disolución de cuerpos en ácidos también conocida como la pozoleada. ¿Cuál es la relación?
El caso del gallero Ricardo Aduna, socio de la empresa Gallística del Norte que tuvo la concesión del Palenque de la Feria, pero que luego la perdió por desmanes en un concierto de Alejandro Fernández, implica un modus operandi de la venganza privada, luego de que un grupo de “don nadies” —supuestamente— robara la residencia del “señor de los gallos”, aunque otras versiones hablan de un abuso sexual a un familiar cercano, hecho que desató una cacería de los implicados que duró 39 días.
Un Zeta traído del norte ejecutó la cacería, y además eliminó a los seis involucrados en el robo a la vivienda del gallero con el método del pozolazo, aunque las evidencias quedaron regadas por todos lados en la residencia de Aduna, quien fue a dar a la cárcel y no salvó su supuesta cercanía con el régimen.
Pocos días después de que la Fiscalía General del Estado resolviera el caso de los desaparecidos de Lomas de San Miguel y su homicidio a manos de los matones de Ricardo Aduna, en Cuautlancingo se desató un infierno en un palenque que primero se creyó clandestino, y luego se supo que sí tenía la autorización del edil Casiano, literalmente desaparecido en acción y que se niega a explicar a los medios su papel.
De acuerdo con los pocos datos confirmados, un comando de casi 30 sicarios en camionetas llegó al palenque en la búsqueda de un sujeto apodado como “El Apache2, lo que provocó una balacera y el “levantón”, se dijo primero, de veinte personas. Oficialmente, sin embargo, sólo se denunció la desaparición de seis galleros, ninguno de ellos de Puebla.
Y luego, el horror —el mismo provocado por Aduna—. Policías federales y ministeriales encuentran tambos en los que fueron pozoleados los “levantados” en el palenque. Aunque se ignora el número exacto de los disueltos en ácidos, ya se practican análisis a los quince restos.
Las coincidencias son inevitables entre los casos Aduna y Cuautlancingo. ¿Hay conexión?
La Fiscalía informó que detuvo a seis —en realidad fueron siete— encargados de la vigilancia y franeleros del palenque seudo clandestino. Ayer dijo que liberó a cuatro, aunque tres permanecerán en la cárcel. Y lo más misterioso: los tres —padre y dos hijos— son originarios de Texcoco. ¿Qué hacen en Puebla simples franeleros que vienen a ganarse unos pesos por dos o tres noches? ¿Cuál era su verdadera función?
Ese submundo, un río silencioso en cualquier momento, se convierte en un caudal en la medida en que la inseguridad pública quiere explotarse con un tema de campaña. Los bots del PRI quieren sacar raja del tema en las redes sociales y pintan la realidad poblana como un infierno de inseguridad. Hay argumentos poderosos para hacerlo, ¿pero no el infierno del crimen organizado es una realidad nacional?
La temporada electoral llegó y a todos va a convenir contenerse en el abuso de la inseguridad pública para querer hacer ganar a un candidato.