El emporio de transportes aéreos que encumbró a Ricardo Urzúa también provocó su derrumbe y la decisión de alejarlo de la dirigencia estatal del PRI pese a que su llegada era un hecho desde hace semanas. Lo imprevisible de la política se cruzó en su camino, específicamente el helicóptero que abordó Blanca Alcalá para trasladarse de la Ciudad de México a Huauchinango en su primer día de precampaña, cuando un par de días antes satanizó su uso para diferenciarse del morenovallismo. La crisis del chopper reventada por Javier Lozano Alarcón dejó su primer impacto visible: el PRI poblano se quedó sin nuevo líder y ya se estudian nuevos perfiles.
Se presume, pero no se sabe a ciencia cierta, si Urzúa prestó el helicóptero a través de su empresa Servicios Aéreos Milenio, un corporativo que lleva muchos años en la polémica, tanto por su impresionante crecimiento como por algunos de sus socios, entre los que se menciona a Mario Marín jr, así como los millones de pesos que el gobierno poblano le facturó entre 2005-2011. No debería ser difícil saber el monto exacto, pues las facturas obran en el departamento de contabilidad de la Secretaría de Finanzas y en cualquier momento podrían darse a conocer.
Urzúa lleva la marca de empresario precioso, es decir, inevitablemente ligado a Mario Marín. Y parece que la candidata Alcalá ya entendió que, por lo menos para esta campaña, el tufo marinista continúa siendo un lastre una vez que se ha comprobado que la periodista Lydia Cacho tiene preparados misiles de largo alcance que serán disparados con apoyo de Carmen Aristegui desde su sitio. Es decir, la senadora va a ser desprestigiada ante los simpatizantes de la izquierda.
¿Tiene necesidad Blanca de cargar con otro lastre precioso? Yo creo que no. El problema es que ella ya había aceptado a Urzúa a sugerencia del Tío Gamboín, y ahora tienen que inventar un nuevo perfil, ya que Ana Isabel, de que se va del PRI estatal, se va, y hasta es posible que ya no llegue a la asamblea del domingo que algunos priistas prevén desastrosa. Alcalá ya no la quiere ahí, y Ana Isabel no quiere cargar con los platos rotos. Simplemente no se soportan. ¿Pero ahora con quién la sustituyen?
Urzúa, ignorante de la política y la estructura estatal del partido, así como inexistente polemista, tenía dos virtudes para asumir la dirigencia estatal —dinero y helicópteros—. Pero ahora, frente a la posibilidad de que el escándalo del chopper persista en toda la campaña, Lydia Cacho mantenga el golpeteo, tener al empresario de los servicios aéreos en la dirigencia estatal del PRI es garantía de que el fantasma de Mario Marín continúe sobrevolando la campaña blanca.
¿Y ahora, quién?
Armenta aceptó la coordinación de campaña, pero no va a querer repetir de dirigente. Otra derrota como la de 2010 liquidaría sus oportunidades en el 2018. Doger ya fue designado en la delegación del IMSS. En Javier López Zavala nadie confía. Jorge Estefan aduce sus vínculos familiares con Tony Gali. Lastiri ni loco renuncia a la subsecretaria de la Sedatu. A Deloya no lo pueden ver ni en pintura. Giorgana está disponible, pero creen que su protagonismo natural chocaría con los otros gallos del PRI.
¿Y una mujer?
Lucero Saldaña es tan dinámica como una oruga. Nancy perdió en 2015. Silvia Tanús está cómoda en el Congreso local. Xitlalic o Graciela Palomares lucen muy verdes.
Además, ¿quién tiene el perfil para enfrentarse mediáticamente a Javier Lozano y a todos los voceros morenovallistas?
En este episodio se muestra la imprevisión del priismo. Si se supone que Blanca sería la candidata desde noviembre de 2015, ¿por qué no operó de una vez la salida de Ana Isabel? El morenovallismo fue más precavido: desde agosto del año pasado pusieron en marcha el plan para desalojar a todo el panismo tradicional de Acción Nacional iniciado con Rafael Micalco. Pagaron el costo en su momento, pero hoy avanzan como cuchillo en mantequilla.
