Mejor temprano que tarde, Mario Marín Torres se convirtió en un problema de Estado para la incipiente campaña de Blanca Alcalá, provocado por la indecisión de la candidata tricolor para asignarle un rol específico que no necesariamente esté en los reflectores que el ex gobernador anhela. La candidata se equivocó, pero también su equipo. No sólo permitieron que asistiera a la marcha del registro, sino que tuvieron la osadía de subirlo al templete bajo la peregrina premisa de que el precioso “ya no causa daño”. Como la política es percepción, las gráficas de los medios retrataron a Marín justo detrás de Blanca Alcalá, como si fuera él un factótum de su candidatura, la mano invisible de la campaña y no un lastre del que no saben cómo librarse.
Esa fotografía publicada en medios nacionales como Reforma desató la ira de la periodista Lydia Cacho y con tres simples tuits, además de reabrir viejas heridas, desató un golpeteo inclemente contra la senadora con licencia. El señalamiento de la periodista autora de Los Demonios del Edén ciertamente es muy exagerado, y muy probablemente inexacto, ya que Blanca Alcalá era apenas una subsecretaria de Desarrollo Social sin acceso a la cúpula marinista, cuando ocurrió la detención y traslado tortuoso de Cancún a Puebla.
¿Cómo podría haber Blanca Alcalá participado como cómplice del secuestro y tortura si cuando ocurrieron los hechos del caso Cacho, en diciembre del 2005, era una funcionaria irrelevante en la estructura de poder?
La candidata priista podría tener otras culpas, como haber guardado un silencio ominoso desde su posición de mujer a diferencia de Lucero Saldaña, quien brindó a la periodista un respaldo abierto. Ya convertida en la primera presidenta municipal de la Angelópolis, tampoco brindó solidaridad de género a la periodista, y a lo largo de su trienio se convirtió en una experta en evadir el tema. Un pecado de omisión en cualquier caso, pero no de acción.
Esa imposibilidad de que Alcalá participara en su detención y tortura llevó al regidor priista Iván Galindo a aventurar la posibilidad de que la periodista Cacho se hubiera confundido de Blanca: Alcalá por Villeda, la célebre procuradora que sí participó directamente en todo el drama. ¿Puede ser posible esta equivocación?
Posiblemente sí, aunque improbable. Por la noche, Lydia Cacho volvió a arremeter para no dejar duda de que se refería a Blanca Alcalá y no a la ex procuradora. Tres nuevos tuits fueron suficientes, especialmente uno en que la acusa de proteger a Mario Marín y a… ¡pederastas!, además de que fue premiada por traicionar a mujeres y niñas poblanas. Demoledor. De mujer a mujer, la periodista dio nocaut.
Acusada de recibir el golpe de la periodista, Blanca Alcalá debe decidir qué hacer con Mario Marín, y analizar si éste aceptará un trato de apoyo electoral que excluya apariciones públicas. Es decir, volver a guardar al “precioso” en las cloacas de donde ansía escapar. La otra opción es que con apoyo de su padrino Gamboa le consiga una delegación del PRI en alguna entidad federativa. Algo así como un exilio de Puebla, por lo menos hasta el 6 de junio.
Todas las opciones son graves para la candidata. Seguramente Marín tiene votos que aportar, especialmente en el interior del estado donde tiene muchos fieles. Pero que haga campaña por la senadora tiene un costo altísimo: la asociación de la figura de Blanca a la de Marín, con los pasivos y activos que éste guarda. El ex gobernador, por si fuera poco, se ha mostrado institucional, pese al desprecio del acto previsto para el 15 de febrero, cuando la Corriente Marinista le iba a dar su apoyo en el restaurante Acamayas, evento que nunca se realizó.
Otro aspecto de esta crisis de estado al interior del PRI es la evidencia de la falta de liderazgo en la campaña, pues el acto de registro resultó un caos logístico, cuya cereza del pastel fue la presencia de Marín en el templete justo detrás de la candidata. Pero otros desastres ocurrieron, como la marcha sin pies ni cabeza, la batalla campal a la entrada del Comité Municipal o las desatenciones a Emilio Gamboa y otros senadores que vinieron a Puebla.
Pero nada causó más bochorno que la escenita protagonizada por la hidalguense Marta Gutiérrez con el jefe de prensa del tricolor Ismael Ríos, arrebatándose el micrófono y la conducción del encuentro con los medios que sostuvo la candidata posterior al registro. La enviada de Osorio Chong en pocos días se ha ganado la animadversión de todos los poblanos que rodean a Blanca, así como de la dirigencia estatal, por la prepotencia con la que actúa. ¿Podrá operar en ese escenario? ¿Algún comunicador poblano aceptará ayudarla?
Blanca necesita tomar una decisión rápida: Marín sí afecta en campaña, y habrá que sacarlo de Puebla u ofrecerle un trato en el que brinde apoyo electoral sin salir a la escena pública, con las consecuencias de resentimiento que puede generar un ofrecimiento de esa naturaleza.
*** Mañana llega Urzúa. El empresario serrano mañana será designado desde el CEN como delegado presidente del PRI poblano y Ana Isabel Allende será despojada de la silla, por lo que ya no llegará a la asamblea que proclamará candidata a Blanca. Allende insiste en que tomará la delegación de Gobernación para gobernar con mano de hierro a los desperdigados delegados federales, y que Juan Molina Arévalo será despedido, pese a su reciente nombramiento.
*** Que el PANAL sí va con el PAN. En las horas críticas se impuso la lógica de las lealtades. Pese a las presiones y amenazas, Nueva Alianza irá en la coalición con Acción Nacional, PSI y Compromiso por Puebla.
*** El delegado Rogelio Cerda ya se va. Manlio Fabio Beltrones retira a su última pieza y le deja toda la responsabilidad al “Tío Gamboín”. La senadora mexiquense Ana Lilia Herrera será la nueva delegada del CEN y responsable de la campaña. El neoleonés dejará la responsabilidad luego de la asamblea del domingo.