Ahora que el Papa Francisco pone orden entre sus obispos y arzobispos que andan metidos en la grilla política, así como sus relaciones anómalas con poderes fácticos, habría que empezar a fijarse en la agenda del monseñor Víctor Sánchez Espinoza. El prelado poblano, por supuesto, que jugará un papel trascendente en la elección de la minigubernatura, aunque la importancia creciente del obispo auxiliar Eugenio Lira Rugarcía, empoderado en la Curia, tras la organización de la visita de Bergoglio, así como de Felipe Pozos Lorenzini, serán equilibrios a las querencias priistas del Arzobispo.
En efecto: para nadie es un secreto que Víctor Sánchez Espinoza tiene un corazoncito priista. El arzobispo simpatiza más con el PRI que con el morenovallismo, y a partir de esa definición, se ha permitido jugar un papel político de cabildeo secreto con muchos de los grupos morenovallefóbicos. Este papel político de cabildeo no es censurable ni mucho menos, ya que su intervención en casi todos los casos ha sido benéfica para ambas partes, pero sin borrar el hecho de que el hombre fuerte de la Iglesia Católica en Puebla se ha acercado muchísimo a los malquerientes del gobernador.
Uno de estos acercamientos polémicos es con Elia Tamayo y el grupo superviviente de Chalchihuapan, que no es otro que Araceli Bautista y el abogado Alejandro del Castillo, quienes viajaron el sábado entre el contingente de 7 mil poblanos que recibió boletos para acudir a la misa multitudinaria en Ecatepec. La madre de José Luis Tehuatlie y sus asesores tenían la esperanza, de alguna forma, de acercarse al Papa Francisco y entregarle una misiva para denunciar el “autoritarismo” en Puebla. Por supuesto, no lo lograron, aunque elementos de la comitiva sí la recibieron con la promesa de entregarla al Papa.
¿Qué tanto tuvo que ver el arzobispo Víctor Sánchez con la intentona de Elia Tamayo y compañía? Está claro que él les suministró los boletos para la misa en Ecatepec, y aunque no pudo garantizar acceso al Papa —carece de la influencia que sí tiene Eugenio Lira—, los puso en la ruta para que ocurriera un encuentro “accidental” que no se dio.
Monseñor Víctor Sánchez es una herencia del calamitoso Ratzinger, quien lo designó en 2009 como Arzobispo de Puebla. Poco pudo hacer en 2010 para ayudar al partido de sus querencias, pero más asentado, seis años después puede querer volcar a una institución espiritual en una aventura de poder, esas de las que tanto criticó el padre Francisco en la reunión en la Catedral Metropolitana con todo el Episcopado.
La alianza del arzobispo poblano con Norberto Rivera Carrera, repudiado por el Papa Francisco, le costó a Víctor Sánchez Espinoza haber sido relegado de cualquier tarea organizativa en la visita del jerarca. Basta decir que Puebla ni siquiera fue considerada posible sede. Y para colmo, le ha tocado atestiguar el imparable ascenso e influencia del obispo auxiliar Eugenio Lira Rugarcía, organizador oficial de la visita del Sumo Pontífice por recomendación del Alberto Suárez Inda, el verdadero amigo mexicano de Jorge Mario Bergoglio. Connotados católicos poblanos se sorprendieron por el poco peso que tuvo la Arquidiócesis poblana en el reparto de boletos y acceso VIP al Sumo Pontífice.
¿Se va a apostar el arzobispo poblano por Blanca Alcalá? ¿Va a instruir un discurso crítico contra el morenovallismo en las 250 parroquias que conforman la Arquidiócesis?
Nadie puede negar el hábil manejo del arzobispo en el sexenio, por más que su filia está probada. Por ejemplo, aceptó sin recato la inversión pública millonaria para renovar el atrio y portones de la catedral, y sin rubor se dejó besar el anillo por el edil Antonio Gali Fayad. Por si fuera poco, obtuvo en comodato un Museo para los tesoros de la Catedral en el edificio de la ex secretaria de Turismo, a cambio de ceder algunas obras para el Museo Internacional Barroco. Su inteligencia y sagacidad están fuera de duda.
Las necesidades materiales de la Iglesia siempre hay que tenerlas en cuenta ahora que inicia la campaña, y qué necesidad más importante de la Arquidiócesis poblana que terminar el fastuoso y minimalista Santuario Guadalupano ubicado en el Seminario Palafoxiano, un proyecto a cargo del obispo auxiliar Felipe Pozos Lorenzini, designación directa del Papa Francisco. El proyecto ya lleva un gran avance, pero todavía le faltan ladrillos para la nave central del templo y adoquines para la Plaza Mariana, en un complejo arquitectónico calculado originalmente en 200 millones de pesos, pero que con la devaluación, ya se fue por lo menos a 400 millones.
¿Quién pondrá los ladrillos que hacen falta? ¿Tony o Blanca?