Desde noviembre del año pasado, todos los días nos amanecemos con la noticia de que el dólar alcanza un nuevo máximo histórico.
¡Qué tiempos aquellos en los que el tipo de cambio se cotizaba en 14 pesos!
O sea, hace exactamente un año.
Desde entonces nada ni nadie detiene la espiral alcista.
Que 14.80
Que 15.15
Que 15.90
Que 16.30
Que 17.07
Que 17.60
Que 18
Que 18.20
Que 18.40
Que 18.80
Que 18.90
Que 19
Ayer cerramos en 19.20 ya la barrera psicológica de los 20 pesos luce cerca, y muy aterradora.
Es la fórmula del PRI. La que siempre nos receta.
Devaluación y colapso económico.
El gobierno peñista, a través de Videgaray, Andrea Legarreta y columnistas financieros, insisten en apaciguar el alarmismo económico creciente.
Que no nos preocupemos por un dólar caro, o un peso barato. Que a la economía no le va a ir mal. Que estamos de lujo.
Por supuesto, yo no les creo, ni millones de mexicanos que nos acostumbramos a los traumas de 1982, 1987, 1994, así como sus secuelas: pérdida del poder adquisitivo, cierre de empresas, empobrecimiento generalizado. Una receta amarga que siempre culmina en que nosotros, los ciudadanos, nos apretemos el cinturón.
Peña y Videgaray se aferran al dato estadístico de la inflación más baja en los últimos treinta años.
Los datos no pueden controvertirse, pero en la calle se observa otra cosa: incremento generalizado de precios que avanza poco a poco, mientras se van agotando los stocks de almacenaje.
En dos meses ya veremos una nueva realidad de precios.
Adiós a la histórica baja inflación. Pensar otra cosa es de imbéciles.
A fin de cuentas, ¿qué no les compramos a los gringos?
Si el 1 de enero del 2015 el tipo de cambio era de 14.74, y ayer el dólar cerró en 19.20, hablamos de que apenas en un año la devaluación es del 30 por ciento.
Pero si nos vamos al día en que tomó protesta Peña Nieto, el 1 de diciembre del 2012 cuando cotizaba en 12.92, la depreciación en el regreso del PRI ya es del 49 por ciento.
¿No es esto una devaluación?
Eso significa que nuestros patrimonios, nuestros sueldos, valen 49 por ciento menos que en diciembre de 2012, y 30 por ciento menos que en enero del 2015.
Los argumentos de Videgaray son muchos y todos suenan a pretexto: que si es un choque de la economía global, que si China, que si los precios bajos del petróleo, etcétera, etcétera.
El chiste es que la economía mexicana siempre sufre, y los mexicanos siempre somos los más pendejos.
Otra vez, el PRI desgració la economía.
Eso nos pasa por no entender la lección.