A tres meses y medio de abandonar el poder y entregarle a Tony Gali las llaves de Casa Puebla, es probable que sea la última ocasión en que Moreno Valle funja como anfitrión de Enrique Peña Nieto, con lo que seríamos testigos de la despedida presidencial por adelantado. El presidente, que no quiso venir a la apertura de Audi en septiembre, podrá posicionar el cumplimiento de su principal compromiso de campaña para Puebla con la esperanza de que eso le permita ganar un poco de su maltrecha popularidad.
El 27 de abril del 2012, en el marco de un mitin privado con jóvenes priistas de Puebla, el candidato Peña Nieto firmó ante notario sus únicos dos compromisos con la entidad que en realidad fueron los 40 y 41 de su campaña: la modernización del Periférico Ecológico —ciclopista incluida— y la construcción de un Viaducto Elevado sobre la Autopista México-Puebla. En ese momento, por supuesto, no se habló ni de costos, empresas beneficiarios o procedimientos de asignación.
Más de cuatro años después y en el peor momento de su popularidad, el mexiquense podrá dar por concluido el compromiso 40 tras la inversión de 5 mil 500 millones de pesos a fondo perdido para subsidiar a OHL y Pinfra. Pero el cumplimiento de su compromiso poco le dará en términos de imagen y calificación a su gestión, pues si bien la obra se hizo en tiempo récord, en esa misma línea está su costo y las molestias que genera y generará, ya que el primer piso quedó destrozado tras dos años de trabajos intensivos.
En efecto, Puebla es una de las ciudades en las que Peña Nieto es más impopular, ya que en las encuestas previas al affaire, Trump coincidía con los sondeos nacionales de una aprobación de 23 %, pero tras la visita del candidato republicano, esa cifra crítica se desplomó a 15 %. Es decir, 15 de cada 100 poblanos avala el trabajo del presidente.
Mucho se ha debatido la responsabilidad de la pobre imagen del presidente en la entidad, especialmente si tomamos en cuenta que desde Casa Puebla no se han enderezado críticas en su contra, y por el contrario, Moreno Valle ha tenido un especial cuidado en mantener una relación de respeto y colaboración con Peña Nieto, tan buena que se ha reflejado en el presupuesto federal para Puebla que no ha parado de crecer año con año.
Los priistas poblanos no se atreven a cuestionar en público los rendimientos decrecientes que provoca a su partido la extraordinaria relación Peña Nieto-Moreno Valle. Esto, porque mientras más dinero federal llega a las arcas poblanas, el gobernador se vuelve más poderoso, refuerza su capacidad de cooptación de priistas distinguidos y todo ello, a la postre, derivó en la derrota de Blanca Alcalá en la minigubernatura.
La ecuación política no parece sencilla: Peña Nieto tiene un gobernador respetuoso, colaborador, y seguramente hasta operador de varios temas en vez de tener a un opositor. Moreno Valle, a su vez, recibió infinitud de prebendas y recursos en el Presupuesto Federal, e incluso pudo culminar proyectos extraordinarios como el Segundo Piso de la Autopista que jamás imaginó al principio de su sexenio. Ambos tienen un gana-gana.
En esta relación de gana-gana entre el presidente y el gobernador, el único que pierde es el PRI poblano, que se prepara a ir hasta el tercer lugar en 2018. Son tan institucionales que no se atreven a reclamar a Peña Nieto la debilidad de éste en su colaboracionismo con Moreno Valle, pero tampoco se atreven a deslindarse de su gestión.
Para algunos priistas, y específicamente para Blanca Alcalá, ese colaboracionismo se convirtió en traición abierta en los recientes comicios por la minigubernatura. Videgaray envió 11 % más de recursos federales a los originalmente previstos, y Osorio Chong dejó pasar una coalición a la que se sumaron inexplicablemente PANAL y PT, cuya alianza con el PAN fue factor fundamental de la derrota.
Peña Nieto y los priistas parecen no querer darse cuenta del círculo perverso en el que se encuentran atrapados. El presidente abona a la debilidad del PRI poblano, y este, a su vez, carece de argumentos para fortalecer la imagen de Peña Nieto, una vez que el gobierno estatal se agandalla todos los logros y acciones. Recientemente, la reunión entre diputados federales y delegados terminó peor de lo esperado, dado que los primeros esperaban que los segundos se sometieran a sus designios, pero al final todo acabó en desastre.
¿Quién defiende a Peña Nieto en Puebla? Nadie. Blanca Alcalá evitó referirse al presidente en campaña para evitar contaminarse con sus negativos; Jorge Estefan tiene otro tipo de preocupaciones presupuestales, y del resto de priistas ni hablamos.
En ese contexto negativo, el presidente viene a Puebla quizá por última vez en el sexenio morenovallista. A diferencia de su visita en febrero, cuando inauguró el Hospital de Traumatología, va a encontrar un PRI devastado y con su imagen por los suelos, sin que nadie resuelva qué está ocurriendo y cómo puede repararse la situación.