No es la postura políticamente correcta ni la que busca el aplauso fácil de los activistas de género, pero el feminicidio de la estudiante de Sociología de la BUAP, Tania Luna, nos deja indicios de que el fenómeno es más complejo de lo que algunos morenovallefóbicos difunden para pedir con alaridos una Alerta de Género. Y no es políticamente correcta porque ese feminicidio también implica analizar cuál es el papel de las mujeres en esta ola de crímenes, aunque los activistas todo lo resuelven con la acusación de que se quiere “revictimizar a la víctimas”.
Aclaro que todo lo que aquí se comenta con respecto de ese feminicidio se desprende de la Carpeta de Investigación a la que CAMBIO tuvo acceso en la audiencia del juicio oral que se llevó a cabo ayer, es decir, la investigación realizada por la Fiscalía General del Estado que no incluye, por supuesto, la confesión del feminicida.
¿Y cuáles son las lecciones que nos deja este crimen?
Uno, que la estudiante de Sociología, Tania, inició el círculo de la violencia cuando en junio, sin consentimiento de Luis Humberto O., lo drogó con unos hot-cakes con marihuana. A partir de este episodio se desató un clima de agresiones, amenazas y violencia en lo que hasta el momento parecía una relación normal.
No faltará el pelmazo que minimice el hecho que la joven lo haya drogado sin su consentimiento, pero sin duda se trata de un acto inicial de violencia que llevó al muchacho al hospital y preocupó a su familia, así como generó un resentimiento. No fue una bromita o una chorrada. Fue un acto de violencia, una agresión en toda regla.
Y ya sé que las feminazis van a clamar que ese acto no justifica ese feminicidio. Tienen razón, pero lo único que quiero evidenciar es que el círculo de la violencia comienza con alguien. Y aquí comenzó con Tania.
Segunda lección. Después del episodio de los hot-cakes con mota, entre resentimientos, amenazas y violencia, la relación se tornó tóxica, en la que algunas veces Tania buscaba a su futuro feminicida para retomar el noviazgo, y en otras ocasiones fue él. Sin embargo, este ir y venir duró unos meses, y pese a que Tania era una joven educada y con conocimientos del clima de violencia de género que vive Puebla, decidió permanecer en esa relación.
¿Qué culpa puede tener el gobierno estatal de ello? ¿Qué resolvería una Alerta de Género en la decisión individual de dos poblanos que decidieron mantener una relación tóxica, con mutuas agresiones y actos de violencia, así como amenazas? ¿Es Moreno Valle un psicólogo conductual que atender los cientos o miles de este tipo de relaciones que hay en Puebla? Por supuesto que no.
Tercera lección. Pese a este clima de amenazas que ya vivía la relación, la estudiante Tania decidió ver otra vez a Luis Humberto O. a solas, en su departamento y no en un lugar público, o acompañada. Ese exceso de confianza resultó mortal, ya que en una mecánica de los hechos que no fue aclarada por la Fiscalía, el novio o ex novio la ahorcó con una cadena para perros.
Si había antecedentes de amenazas y agresiones, ¿Por qué Tania no denunció ante la Fiscalía? ¿Por qué aceptó verlo otra vez a solas, sin compañía, dejando margen para otra agresión que ahora sí le costó la vida? ¿Por qué cometió todos estos errores, si la estudiante de sociología era una mujer informada del clima de violencia de género?
Por supuesto, ni el acto de violencia que fue drogarlo, ni el mantenerse en una relación tóxica ni aceptar verlo otra vez a solas, son justificaciones para el feminicidio. Pero tampoco la Alerta de Género va a resolver los errores individuales que terminan en este tipo de crímenes.
La violencia es un círculo que empieza en un lugar y termina en otro. Hasta ahora somos puntuales en reclamar el desinterés del gobierno morenovallista en el tema, así como el papel de los feminicidas. ¿Pero cuándo vamos a voltear a analizar el papel de las mujeres sin miedo al anatema de “revictimizar a las víctimas”?
Contéstenme esto feminazis.
