Casi cuatro años después de anunciarse oficialmente que el pequeño municipio de San José Chiapa albergaría la nueva planta Audi, con lo que se convertiría en la primera Premium de México, este día abre oficialmente con la presencia de Rupert Stadler, cabeza del grupo, pero no del presidente Enrique Peña Nieto, quien decidió irse a Jerusalén para no enviar una señal política equivocada en sus tratos con Acción Nacional.
Desafortunadamente, excepto en la propia planta de Audi y un poco en el gobierno morenovallista que cristaliza su sueño, pero al que no le dejaron meter mano ni la lista de invitados, no hay algarabía por el arranque de operaciones. No es culpa del gobernador poblano, que cumplió su parte en todas las obligaciones que firmó en el Memory of Understanding de 2012.
La falta de algarabía es culpa directa de Audi y sus directivos, muy poco “tropicalizados” aún y que impusieron un estilo mamón para relacionarse con los poblanos. Se sienten que nos hicieron un favor al venir y casi casi trajeron la civilización, cuando en realidad nosotros les pusimos 18 mil millones para su negocio. Pero ese estilito no es lo peor.
Lo peor que en poco tiempo le hemos visto a Audi es su cultura corporativa opaca de la que ya tuvimos pruebas suficientes con el Dieselgate que enfrenta Volkswagen desde 2015. Esta cultura corporativa opaca se traduce en que los directivos sienten que no tienen necesidad de rendirle cuentas a nadie, excepto sus socios, y que todo se vale para lograr sus objetivos económicos.
En teoría, es correcta la postura de que Audi no rendirle cuentas a nadie, porque se trata de una corporación privada que, por lo menos en México, no cotiza en bolsa y por tanto no tiene necesidad de hacer pública su información. Y dos, que por tratarse de un corporativo, su afán es maximizar el lucro. Audi no existe para promover el bien común, proteger el medio ambiente o aumentar el desarrollo social: existen para vender el mayor número posible de camionetas y coches.
Esta maximización del lucro, así como la competencia con Toyota para convertirse la armadora número uno global, llevó a los directivos de Volkswagen a idear la trama del Dieselgate, el trucaje de los motores para ocultar su verdadero nivel de contaminantes. La estafa ambiental se dio porque quería vender millones y millones de automóviles, engañando a los consumidores que se trataba de vehículos ecológicos, cuyas emisiones eran mínimas comparadas con otros fabricantes.
Volkswagen y Audi nos han enseñado su lado oscuro: son capaces de las mayores estafas con base en esa cultura corporativa opaca. Y con esto se ha derrumbado el mito de la honestidad a toda prueba de los alemanes, que pueden ser tan corruptos como cualquiera.
Y no apenas arrancan, Audi de México ya está cometiendo la primera estafa al gobierno morenovallista que le dio cuanto pidieron y más. Diez compromisos les cumplieron en tiempo y forma, entre éstos el terreno de 460 hectáreas, las planchas de concreto, todas las obras de infraestructura, la exención fiscal por 12 años del Impuesto Sobre la Nómina y hasta la construcción de un nuevo núcleo urbano que será la Ciudad Modelo.
A cambio de esto, Audi de México debía comprometerse a crear 3 mil 800 puestos de trabajo para mexicanos —ya que en el Memory Of Understanding nunca se especificó que fueran poblanos—. Y resulta que ni eso pudo, ya que de acuerdo con documentos oficiales de la propia trasnacional, actualmente hay laborando ahí 900 extranjeros de Audi cuya calidad migratoria es dudosa.
En efecto: el documento “Audi México: Datos y Cifras” de manejo interno en la planta señala que el pasado mes de abril se había contratado a 3 mil 217 trabajadores, de los cuales 503 eran extranjeros. Sin embargo, la cifra de extranjeros prácticamente se duplicó para septiembre, ya que pasó de 503 a 900, muchos de los cuales no tienen regularizada su situación migratoria para laborar ya que entraron a México con visa de turistas.
En agosto pasado, la titular de la delegación del Instituto Nacional de Migración, Karla Morales, señaló el canje de residencias temporales a por lo menos 2 mil personas provenientes de Alemania, Argentina y Brasil, principalmente, para trabajar en Audi o Volkswagen, en menor proporción. Todos ellos ingresaron con visas de turistas, y después de asegurar su lugar en la planta o las proveedurías, solicitaron la residencia temporal.
Sin embargo, la empresa de origen alemana se niega a transparentar su situación laboral. Y hay una razón poderosa, ya que se estableció una multa de 55 mil dólares por cada puesto no creado.
El gobernador Moreno Valle ya sabe algo de esta estafa de Audi. Por ello, hace un par de días, afirmó que solicitaría un informe oficial para conocer la integración de la plantilla. Ya veremos si no quieren verle la cara alterando el número de extranjeros que hay en la nueva planta Premium.