Se autoengaña aquel que piense que a México le fue bien en el primer debate de los candidatos a la Presidencia de Estados Unidos por el simple hecho de que las encuestas dan ligeramente ganadora a Hillary Clinton y que incluso el peso tuvo una leve recuperación en el tipo de cambio. A como se ven las cosas, tan mal nos va a ir con Donald Trump como con Hillary Clinton. En su primera polémica, los dos se revelaron como enemigos del Tratado de Libre Comercio con diferentes estrategias: él abiertamente y ella de forma embozada. Se equivocan quienes se alegran de una ventaja mínima de la demócrata.
No pasó desapercibido que ante el agresivo ataque inicial de Trump al TLC, Hillary Clinton guardó un silencio sepulcral, y en ningún momento defendió el acuerdo comercial. No usó ninguno de sus 40 minutos para ponderar lo benéfico que ha sido para ambos lados de la frontera y tampoco defendió la frontera común. Lo que esto significa es que, de fondo, Clinton comparte la idea de renegociar el TLC, y gane ella o el republicano, se avecina un cambio profundo en la relación comercial, siempre en detrimento de México.
En efecto: Donald Trump fue fiel, desde su primera intervención, a la idea que el TLC ha sido perjudicial para Estados Unidos y más benéfico a México. Es su posición, una de las grandes ideas que vende a sus simpatizantes, y ni la recepción de alto nivel que Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray le dieron en Los Pinos lo hicieron modificar sus posiciones.
El republicano, desde su primera intervención afirmó que “muchos empleos abandonan nuestro país y se van a México, se van a muchos países, y nadie en nuestro gobierno está luchando contra ello… Estamos perdiendo buenos empleos, muchísimos. Cuando vemos lo que está pasando en México, están construyendo plantas enormes, algunas de las más sofisticadas del mundo. Ford se nos va, miles de empleos que se van de Michigan de Ohio, no podemos permitir que esto suceda. Tenemos que retener a nuestros empleos, que no los roben, que nuestras compañías no se vayan de EU”, expuso.
También lanzó una advertencia a las empresas: "si te quieres ir a México, que te vaya bien, muy buena suerte, pero si crees que vas a traer lo que estés haciendo a nuestro país sin ningún impuesto, tienes un problema".
Toda esta postura se resume en su primera frase: “El NAFTA (TLC) es el peor acuerdo comercial que se ha firmado en cualquier parte del mundo... lo voy a derogar”, dijo Donald Trump.
¿Y qué respondió Hillary a esta agresión?
Nada. Nada. Nada. Silencio profundo. Intercambios verbales, sonrisas fingidas y nada. No ocupó ninguno de sus 40 minutos que habló en definir una postura con México o el TLC. Nada sobre los beneficios comerciales mutuos, ni los flujos migratorios comunes, ni el valor de la cooperación a ambos lados de la frontera.
Los observadores agudos de la relación bilateral podrán decir que Hillary no tenía necesidad de hablar ni de México ni del TLC, porque ella le habla a sus electores, que son todos norteamericanos. En otras palabras: los mexicanos no votan. Y aunque eso es parcialmente cierto, la gran comunidad latina la ha hecho su candidata porque la cree más proclive a defender sus intereses. Pero luego de lo visto en el primer debate, se duda.
A eso nos llevó la aventura de Peña Nieto: a quedar mal con Dios y con el Diablo. Trump ataca agresivamente al TLC y Hillary no lo defiende. Del lado de la demócrata y del republicano, los intereses nacionales de nuestro país fueron zarandeados a partir de agresividad de Donald Trump al Tratado de Libre Comercio y la indolencia de la candidata demócrata a defender el acuerdo. No hay interés.
El viernes se inaugura oficialmente la planta Audi en San José Chiapa. Habrá que disfrutar el momento, porque después del 8 de noviembre es probable que gane uno u otro, y en México haya funeral por el TLC con todas las consecuencias que nos implica.
Y sí: Trump nos hace daño a todos, aunque casi en la misma proporción lo hace Hillary Clinton.