Manlio Fabio Beltrones arrancó el año zarandeando de una forma espectacular a Ricardo Anaya para ubicarlo en su auténtica realidad del Bisoño Maravilla. El queretano recibió un nocaut terrible en Colima, la disputa de la primera gubernatura del año. Pero no se sabe si el pésimo resultado electoral es peor que la campaña mediática lanzada contra el PAN por el tema de la Chaponovia diputada en Sinaloa, una abierta sugerencia a la infiltración del narco en el partido albiazul. Y ya encarrerado, cayó en la trampa más evidente cuando compró el discurso de que si se pierde la gubernatura de Puebla, el descalabro solamente será patrimonio de Moreno Valle, como si el desastre de Colima solamente fuera patrimonio de Jorge Luis Preciado.
El rosario de desgracias arranca en Colima, no por la derrota, sino por la forma de perder. En 2015, el candidato del PRI había ganado por apenas unos quinientos votos en una elección cerradísima. En 2016, Jorge Luis Preciado perdió por 10 mil votos. ¿Qué debió de hacerse tan mal para perder 9 mil 500 votos en el camino?
La diferencia fue la lección de operación política enderezada por Beltrones. Primero, ratificó como candidato a José Ignacio Peralta y obligó a todos los ex gobernadores hiper conflictivos a firmar una tregua. Luego, usando su vieja amistad con Dante Delgado, colocó a un panista en la candidatura por Movimiento Ciudadano, que al final se llevó el 12 por ciento de la elección e hizo quedar a los naranjas como tercera fuerza política del estado. Para rematar, desplegó la guerra sucia de los grabaciones telefónicas en las que el candidato panista obliga a abortar a su novia veinteañera, alejando a los votantes de la derecha radical de un Preciando sobre el que ya pesaban muchas dudas.
¿Y qué hizo Ricardo Anaya para impedir la derrota? Nada. Se quedó como el chinito “milando” y protagonizando sus videos de corte juvenil. En medio del naufragio, comenzó a quejarse de la ausencia en la operación de Eukid Castañón y los otros magos electorales de Puebla que, por ejemplo, sí se apersonaron en Querétaro y Baja California Sur.
Emberrinchado, o quizá como parte de su plan traicionero semejante al que le aplicó a su mentor Gustavo Madero, el Bisoño Maravilla se dejó atrapar en la trampa que le tendió Agustín Basave: colocar el mismo paquete las alianzas de Puebla y Tlaxcala. ¿Cómo fue que Anaya cosió quirúrgicamente ambas? ¿Por qué no condicionó entidades del mismo peso electoral, por ejemplo, Puebla y Veracruz?
Vayamos incluso más a fondo: ¿qué partido tiene más peso electoral para negociar y poner condiciones? ¿El PAN o el PRD? Es cierto que Basave tiene más experiencia, pero su partido no vale más de 8 por ciento, mientras que el albiazul, por lo menos, vale el 20 por ciento. ¿Cómo que el pato le tiró a las escopetas?
Anaya, deliberadamente, se dejó poner condiciones en el caso Puebla y dejó a su suerte a Moreno Valle. Asesorado por Santiago Creel, se creyó aquello de que en la derrota pierde el gobernador poblano pero no él, un razonamiento absurdo. En Colima, al final, no perdió Preciado, sino Anaya en su primer round contra un experimentado fajador como Beltrones.
En cualquier caso, si se iban a condicionar alianzas, Anaya debió haber volteado la tortilla: Puebla a cambio de Veracruz. O Puebla a cambio de Oaxaca. O Puebla a cambio de Zacatecas. ¿Cuál era la razón de aceptar la ecuación Puebla a cambio de Tlaxcala?
Nadie puede explicarlo. En la sesión de la Comisión Permanente, precisamente, Moreno Valle explicó claramente esta trampa, pero la rivalidad con Margarita Zavala, la dejadez de Santiago Creel y la ingenuidad fingida de Anaya llevaron a cancelar Tlaxcala para “respetar” la postura del Comité Estatal de ese estado. ¡Por Dios!
La lumbre, sin embargo, también va a llegar a los aparejos de Anaya si se pierde Puebla. Quizá el Bisoño Maravilla es uno de los que quieren mear la tumba del gobernador poblano –como escribió duramente Federico Arreola–, pero se va a equivocar porque Moreno Valle todavía no está muerto.