En el orden de prioridades de Enrique Ocho Reza no se sabe qué lugar ocupar el caso Puebla, y si su cruzada en contra de los corruptos de su propio partido aplicará aquí también.
Para comenzar, tiene a Mario Marín, el gran lastre poblano y del que, por diferencia generacional, ya no tiene ni necesidad de recibirlo como sí lo hizo Manlio Fabio Beltrones por cortesía.
Luego puede continuar con el crecimiento patrimonial de Blanca Alcalá, nuevamente sentada en el Senado como si nada hubiera pasado, quien nunca aclaró los casos de su gasolinera, constructoras, 45 casas en Cuautlancingo y claro, su Casa Blanca del fraccionamiento La Misión (¿ya habrá comenzado otra vez la mudanza?).
Después, Ochoa Reza tendría que averiguar qué paso con los 327 millones de pesos que enviaron desde el CEN tricolor y no fueron utilizados en la operación electoral, sino en la compra de un Porsche rojo que ilumina el estacionamiento del edificio de la Diagonal.
Ya para ir tomando velocidad, tendría que conocer la enorme lista de aspirantes a Casa Puebla, y comenzar a dilucidar sus debilidades patrimoniales, una vez que el gran tema de la elección de 2018 será, nuevamente, la corrupción.
Podría, por ejemplo, impulsar a los líderes estatal y municipal del PRI, Jorge Estefan y Pepe Chedraui, seguir su ejemplo y presentar su declaración 3de3 para que de una vez se conozcan honras y riquezas.
Si él lo hizo, por qué ellos no.
Si todo eso no le basta para ponerse a llorar, tendría que revisar las encuestas para conocer la situación de su partido de cara a 2018, donde el PRI poblano poco podrá aportar en la elección presidencial y la tendrá muy difícil para competir por Casa Puebla.
De una vez, pueden darse por muertos en la batalla de Charlie Hall: encuestas próximas van a revelar que el PRI se ha ido al tercer lugar en Puebla capital y Morena ocupa el segundo lugar.
Total, cuando Enrique Ochoa Reza venga a conocer al priismo, le van a dar ganas de salir corriendo.
Forastero en su partido, seguro preferirá ir a comer con su amigo Rafael Moreno Valle para tratar de buscar un acuerdo político que, inevitablemente, sólo transitará por la salida de Estefan de la dirigencia.
El problema es que no se sabe si el caso Puebla sea una de sus prioridades, ya que la receta de Beltrones para revivir al PRI (que no aplicará el sonorense sino Ochoa Reza) pasa por apoyar la defenestración de los gobernadores Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge.
Defenestración real o ficticia, va a romper a las cúpulas del tricolor que suelen tomar vendetta de forma silenciosa. Si no lo creen, que les platique Roberto Madrazo.
También, inevitablemente, Ochoa Reza se va a encargar de preparar la elección del Estado de México del próximo año, y seleccionar a un candidato o candidata que resista una coalición PAN-PRD y el asedio de Morena.
Su patrón Luis Videgaray, en realidad, es quien lleva la voz cantante.
Si pierden el Estado de México, el tricolor puede darse por muerto en 2018.
Dicen que una de sus virtudes es aprender rápido, Enrique Ochoa Razo tendrá que aprender rapidísimo para contener el cataclismo que se avecina para el PRI.
Y si sabe sumar, que no cuente a la cúpula actual del tricolor poblano que solamente da para llorar.