Más que razón de lógica, la Elección de Estado es una coartada bajo la que se excusa el Club de la Derrota que conforman Blanca, Estefan, Cerda y Armenta, quienes acuden hoy al CEN para rendir cuentas frente a Manlio Fabio Beltrones en el edificio de Insurgentes Norte.
En sus alforjas, llevan un detallado y conveniente dossier de la tremenda derrota que sufrieron el 5 de julio, parte de la macroderrota que a nivel nacional se llevó el ex partidazo al perder en 7 entidades, lo que los deja en desventaja rumbo al 2018.
El expediente que “La Doña”, “Peludo”, “Mecha Corta” y “Cabrito” llevan en sus manos es un resumen de lo ya dicho en las cuatro semanas de campaña, aderezado de una lista de traidores al partido y modificaciones en las delegaciones federales. Los señalamientos los encabezan Enrique Doger, Juan Carlos Lastiri y Juan Manuel Vega Rayet, a quienes piden sustituir en las delegaciones del IMSS y Sedesol por los “incondicionales” que sí se la rifaron en la campaña.
Destaca en su expediente de la Elección de Estado capítulos como los organismos electorales vendidos, la ofensiva de algunos medios de comunicación y el gasto excesivo de campaña.
La Doña, Peludo, Mecha Corta y Cabrito quieren convencer a Beltrones de la conveniencia de impugnar el triunfo de Tony Gali como un mecanismo para frenar el activismo presidencialista de Moreno Valle.
Mantener todo en suspenso para obligar al gobernador poblano a guardarse. Evitar su proselitismo abierto en todo el país, como ya lo avisó la semana pasada en Tv Azteca. Obligarlo a una negociación en el TEPJF que llevaría a definir el resultado en la mesa y quizá, con suerte, a anularla ya en 2017.
Blanca, desde su depresión, y Estefan, desde su ambición, juegan con fuego sin alcanzar a mirar la fragilidad de sus posiciones.
Ayer, por ejemplo, el gobernador poblano y el líder del PRI se encontraron comiendo en el mismo restaurante. Hasta los cocineros y galopines de El Desafuero salieron a mirar cómo se saludarían, con qué cara vería Estefan a quien dos veces lo hizo diputado federal y nuevamente volvió a traicionar.
Pero no. Moreno Valle y Martha Erika Alonso ignoraron olímpicamente a Estefan, su familia, y a los López Malo que comían en una mesa amplia. Tal fue la frialdad que “Peludo” no se atrevió a acercarse ni a saludar.
La Elección de Estado es una coartada que sirve a sus intereses auto exculpatorios, precisamente, porque no hay un gramo de autocrítica.
Los datos duros son demoledores ya con los datos finales de los cómputos distritales.
No es el peor que 600 mil sufragios es el nuevo voto duro del PRI.
El peor es que en Puebla capital su nuevo voto duro es de 137 mil reuniendo los siete distritos que lo conforman.
Que en Tehuacán, el segundo municipio en importancia y que gobierna el tricolor, apenas sacaron 40 mil votos.
Que hay distritos devastados como Cholula o Tecamachalco o San Martín donde fueron arrasados dos a uno.
Que el coordinador de campaña, Alejandro Armenta, no fue capaz de ganar el distrito en el que un año antes había arrasado.
Que la Sierra Norte, su reserva natural, Blanca fue arrasada en Xicotepec, Huachinango y Zacatlán, donde un año antes habían ganado.
La cortada de la Elección de Estado no explica por qué los negativos de Blanca nunca dejaron de crecer a lo largo de las ocho semanas, ni por qué los de Gali nunca explotaron pese a la guerra sucia inclemente en redes sociales que instrumentó Hugo Scherer.
Tampoco da razones al hecho de que en enero Blanca iba arriba, y cuando iniciaron la precampaña estaban empatados. Pero un mes después, Gali inició la carrera con ventaja de dos dígitos que nunca perdió.
Sobre todo, la coartada del Club de la Derrota no dice por qué, en condiciones semejantes y un aparato inmenso en su contra, Moreno Valle sí fue capaz de ganar hace seis años.
La coartada de La Doña y Peludo, que no tiene una pizca de autocrítica, sirve a sus intereses de continuar gobernando un PRI moribundo y adueñarse de la designación de candidatos en 2018.
El problema es que, sin autocrítica y un diagnóstico real de la derrota, el PRI volverá a ser arrasado para extinguir a dos generaciones completas de tricolores que habrán visto Casa Puebla desde lejos.
Sin hacer a un lado a los distinguidos miembros del Club de la Derrota, el priismo en 2018 se pondrá en manos de los mismos ciegos.ç
En esas condiciones, el morenovallismo no sabe qué le conviene más: empujar a Estefan al abismo, o dejar que continúe en el PRI para que termine de derrumbar lo poco que quedó en pie.