Jorge Estefan Chidiac quiere poner tierra de por medio con la mediocre campaña de Blanca Alcalá para que la aplastante derrota no contamine sus aspiraciones al 2018.
Sueña con ser gobernador, o mínimo senador.
Al carajo la candidata, dijo, y ayer comenzó su estrategia de distanciamiento, pues ya no llegó a la rueda de prensa convocada para hablar de la ilegal concesión del agua potable.
Dejó solos a Rogelio Cerda, delegado del CEN, y a Alejandro Armenta Mier, coordinador general de las torpezas.
Una noche antes, ya les había comunicado que no va a dar más la cara, que está cansado de tantos errores, y que se retira de la dirigencia para irse operar su distrito de Izúcar.
Una deserción de facto del diputado federal que siempre vio a Blanca Alcalá como un trámite para sus ambiciones futuristas.
Rojo de ira, Rogelio Cerda utilizó a Ismael Ríos —inútil encargo de la comunicación tricolor— para decirle a Estefan que su presencia era prioridad en la rueda de prensa. El general de las derrotas mediáticas regresó con cajas destempladas.
Colérico, Cerda le dijo a Armenta que no debieron hacerlo dirigente del PRI, sino delegado del partido en Izúcar, e inmediatamente reportó el hecho a su jefe Beltrones.
Debió haber causado risas, pero sólo provocó más encabronamiento al interior del partidazo.
Sin el dirigente estatal del PRI, ausente en rebeldía y presuroso de abandonar el barco que se hunde, Rogelio Cerda, Armenta y Zavala tuvieron que salir a hablar de la concesión del agua sin mucho sentido.
(Horas después Armenta tendría que repetir el numerito en una conferencia en la Cámara de Senadores que no tuvo mayor resonancia. No causa el mismo impacto un loquito solitario).
Enterada de la deserción de su amigo, estratega y dirigente estatal, Blanca Alcalá le pidió a Edgar Chumacero armar una gira exprés a la región para ir por Estefan y evitar que renunciara formalmente a once días de la elección.
Lo alcanzó en Chietla, donde recorrieron el mercado de la Cambia, y tuvo un mitin infame de cuarenta personas como evidencian sus propias fotografías colgadas en las redes sociales. No tuvo templete y tuvo que subirse al cofre de una camioneta.
En esas mismas gráficas, Estefan tiene el rostro demudado.
No aguanta las burlas, las apuestas, la presión, la inminente derrota. (Un operador morenovallista le apostó dos millones y a cambio, él apostó un millón a que no pierden por 14 puntos. De risa loca).
Blanca Alcalá no lo dejó saltar del barco, y hoy, tendrá que volver a dar la cara ante los medios.
Su renuncia fue frustrada oportunamente por la candidata, aunque tuvo que perder todo un día de los últimos días de campaña y ya sólo tuvo otro acto hasta Tecali.
Así anda el estado de ánimo en la campaña tricolor con destino fatal.
Si las ratas son las primeras en bajarse en un barco que se hunde, Estefan Chidiac quiso tomar la primera puerta de salida.
Le queda la que le ofrece su primacho, aunque signifique la traición absoluta.
Aun así, lo medita.
No sabe que aún lo peor está por venir.