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La curva descendente en las preferencias electorales que vive el PRI desde octubre del año pasado encontró una solución creativa con la idea de postular, a través del PVEM, a los “candidatos sandía”: rojos por dentro, verdes por fuera.
La ingenuidad del elector mexicano se mezcló con una intensa campaña mediática —totalmente ilegal— en la que se daba cuenta de supuestas promesas cumplidas, como vales de medicamento, cadena perpetua a secuestradores y prohibición de animales en los circos. El Verde sí cumple… pero no con la ley.
En las encuestas, el Verde se despegó hasta llegar a los 11 puntos y disputar la tercera fuerza electoral, junto al PRD y Morena. Ahora que sufre el golpeteo en los organismos electorales y la cascada de multas millonarias, se desinfló un poquito, pero se calcula que aliado al PRI, juntos, alcanzarán los 40 puntos, lo que les daría por lo menos el mismo número de diputados que tienen actualmente en San Lázaro.
Desgracia de la democracia mexicana premiar a un partido verde que ni es partido ni es verde: se trata de un negocio familiar, una organización satélite, un bastión de las televisoras y, sobre todo, un corporativo que se sirve del branding ecológico sin tener el menor interés en el tema.
El PVEM no tiene militantes, sino “mirreyes” que se ocupan de las gerencias regionales del partido. Y aunque Ricardo Raphael de la Madrid, en ese inteligentísimo libre del “Mirreynato” llegó a mencionar un ejemplo poblano, se olvidó del caso más representativo de eso que llama la “élite de la estupidez”.
Juan Carlos Natale, ex dirigente estatal del PVEM, ex diputado federal y actual diputado local es el verdadero emblema de la corrupción de ese partido, del enriquecimiento inexplicable, así como de la necesidad de ostentar la fortuna que amasó en la última década.
Todo Puebla recuerda que hasta hace una década el joven Juan Carlos Natale no tenía ni en qué caerse muerto y formaba parte de eso que los políticos llaman la “cultura del esfuerzo”. En algún punto su vida cambió cuando, recomendado por Manlio Fabio Beltrones, se ligó a Jorge Emilio González, quien buscaba sustituto para el cuasi vitalicio líder estatal Ernesto Guerrero.
En poco tiempo, Natale se empoderó: en 2009 fue electo diputado federal, y luego designado líder estatal, cargo que entregó a Juan Pablo Kuri apenas este año para asumir una diputación local ganada por la vía plurinominal. Hasta soñó con ser senador en 2012.
La vida no sólo le ha sonreído a Natale en el aspecto político, sino también en el económico, lo que le da la categoría de “mirrey”. Del joven austerísimo que llegó de Huauchinango no queda nada, sino un político encumbrado que todos los días se transporta en una camioneta Mercedes Benz de millón y medio de pesos. Viste impecable y vive mejor.
“El mirrey verde” es un caso de éxito en la sociedad poblana que ve su súbito enriquecimiento como algo normal y tolerable. Cuando alguien le pregunta por el origen de su riqueza, dice que le ha ido bien en los negocios. ¿Cuáles?
Este súbito enriquecimiento cristalizó hace un fin de semana con una de las bodas más ostentosas que se recuerdan en Puebla, un enlace digno de cualquier monarquía europea que, según expertos wedding planners, le costó la friolera de 3 millones de pesos. ¡Nada más!
Los organizadores del bodorrio fueron la exclusiva agencia BanEvents que cobra, de acuerdo con cotizaciones, alrededor de un millón de pesos por organizar el show, a los que deben sumarse 500 invitados, de a mil pesos por cubierto. Para su matrimonio con Estefanía Estrada eligió la ex hacienda de Chautla, que rentó al gobierno morenovallista por no menos de 150 mil pesos. Sume usted sonido, DJ, iluminación, fotografía, video y bebida.
El costo de 3 millones se incrementa si tomamos en cuenta, por ejemplo, que la pedida formal se llevó a cabo en el exclusivo Cenote Águila de la Riviera Maya. O que le entregó el anillo cuando visitaban la Isla de Coronado en San Diego. Quién fuera un “mirrey verde”.
Deseoso de ostentación, Natale contrató a la revista Quién para que en sus fotografías descubriéramos, además de la magnificencia del enlace, a la crema y nata de los invitados. Esto último, sin embargo, le falló: no hubo personajes de la política nacional, ni de la local.
No asistió ni Jorge Emilio González, ni Arturo Escobar, los mandamases del PVEM. Tampoco nadie del morenovallismo, empezando por el gobernador. Mucho menos del PRI. De hecho, muchísimos asientos se quedaron vacíos.
El único que sí se hizo presente fue el impresentable “Góber precioso” Mario Marín.
“El mirrey verde” de la boda de a 3 millones de pesos.
Vea las fotos y juzgue.