Thursday, 28 de March de 2024


Salario mínimo minimorum




Escrito por  Dr. Guillermo Deloya Cobián
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En el debate sobre aumentar el salario mínimo ha quedado claro que decretarlo no equivale a elevar el poder adquisitivo de los asalariados. Si las empresas que están en un equilibrio frágil, generalmente las pequeñas y medianas, tuvieran que elevar los salarios de sus trabajadores, harían de inmediato lo que les resultara más viable: o echar a la calle a sus empleados de menor productividad –a los más jóvenes, cuyos despidos podrían costarles menos–, o bien transferir a los consumidores sus aumentos de costos, es decir, elevar el precio final de los bienes y servicios que ofrecen.

Vale decir que los despidos recaerían sobre los trabajadores más pobres y que las alzas de precios ocurrirían sobre los llamados bienes salario. Sin aumentos en la productividad –hacer más con menos– el alza del salario mínimo acarrearía un efecto ruinoso, porque los resultados serían una combinación de mayor deterioro del ingreso real con una disminución de empleos, precarios o no. Es decir, habría el efecto contrario al que se pregona.

 

 

El debate podría incorporar todos los elementos éticos y morales que se quiera, pero no debe prescindir de argumentos técnicos del previsible comportamiento del mercado laboral ante una economía que no repunta todavía y que ha ido perdiendo competitividad en los años recientes. La realidad mexicana padece en este aspecto de un círculo perverso, entre los bajos salarios y el escaso crecimiento de la economía, como lo sufren también algunas economías mayores que la nuestra.

 

 

Pero la polémica en México no se limita a la esfera económica, sino que se politiza y sobre todo se partidiza, con el proyecto del PAN de realizar una encuesta o una consulta popular sobre la población trabajadora para ver si ésta quiere o no incrementar su salario. Más allá de que la respuesta es obvia, el reclamo del PRD al PAN es primeramente sobre la paternidad de la iniciativa y, en seguida, por el oportunismo panista de haberse subido a esta ola que los dirigentes de ambas organizaciones partidarias consideran políticamente promisoria.

 

 

El colmo del enfado perredista resulta deque ese partido no puede legalmente convocar en el 2015 a dos consultas a la vez, la energética y la del salario mínimo, pero además de que dos o más consultas simultáneas se neutralizarían políticamente.

 

 

Las descalificaciones mutuas continuarán entre esos partidos, seguramente sus acusaciones de populistas y oportunistas divertirán a muchos, pero hay algo muy rescatable para la vida pública en esta discusión. Ningún debate sobre temas fundamentales en la vida del país debiera ningunearse, así sea evidente su resultado, como es en este caso el de la encuesta del PAN o una opinión generalizada de que el salario debe subir.

 

 

Falta trecho por recorrer para saber si jurídicamente procede la consulta popular que para el año próximo propone el PRD sobre la reforma energética, donde la Suprema Corte de la Nación haría en todo caso la declaración de trascendencia nacional sobre el tema y el Instituto Nacional Electoral organizaría la consulta, pero por qué no incorporar la encuesta del salario mínimo como propone el PAN, o sobre la reforma al campo y algunas otras que ciudadanos quisieran documentar para hacer propuestas sólidas.

 

 

Si este debate deriva o no en una amplia participación ciudadana que acuda a la consulta popular sobre dos o más temas fundamentales, será un asunto de nuestro estado de derecho. Pero finalmente estamos de acuerdo en que la discusión pública de los últimos días puede derivar en un plus para la cultura del debate, la que puede acrecentarse mediante ejercicios permanentes de la sociedad. La discusión sobre el salario mínimo podría dar paso a nuevas unidades de medida, incluso a divorciarse del menesteroso concepto del mínimo minimorum al que hoy se le asocia.

 

 

*Presidente nacional del Icadep del PRI.

 

 

 

 

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