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El triunfo del morenovallismo en 22 distritos electorales y cuando menos 90 alcaldías es resultado de una sofisticada ingeniería electoral, cuya operación recayó en el gran protagonista de la batalla electoral, que permaneció oculto a los ojos profanos e incluso abandonó por completo su actividad en la administración pública para no comprometer al gobierno en sus tareas electorales. Fue Eukid Castañón la auténtica Amenaza Fantasma que los priistas enfrentaron en la sombra y nunca pudieron desactivar. El instrumento de esa sofisticada ingeniería fue la figura de candidaturas comunes a través el Partido Social de Integración (PSI) y de Movimiento Ciudadano (MC) que, dependiendo de la geografía electoral, cumplieron diferentes funciones. Es decir, no solamente sirvieron para sumar votos a los candidatos de “Puebla Unida” a la alcaldía de Puebla y las 26 diputaciones, sino para dividir al tricolor en la batalla por las presidencias municipales.
Conocer la geografía electoral de los 217 municipios y los 26 distritos electorales, identificar los liderazgos, familias y grupos es un conocimiento privilegiado que ha estado al alcance de pocos. Un tesoro literalmente hablando. Melquiades Morales se lo legó a Rafael Moreno Valle. Mario Marín a Javier López Zavala. Y el gobernador le entregó esa valiosísima operación electoral a Castañón con la condición de abandonar la Subsecretaría de Gobierno, así como pedir licencia en el Instituto de Administración Pública. Lo que muchos vieron como un castigo en realidad fue premio.
Tras su renuncia a la administración pública, Eukid Castañón recorrió el estado de norte a sur y de este a oeste con varias misiones para identificar los mejores perfiles y hacerlos candidatos a alcaldes y diputados. También estableció lazos con los liderazgos naturales de cada región. Restañó heridas con varios grupos que se sentían lastimados por el trato que les dio el morenovallismo desde Casa Puebla. Y sobre todo, detectó a los priistas que fueron lastimados por Pablo Fernández de Campo y el delegado Moreno Peña. Aquellos que pese a su alto potencial de voto, fueron hechos a un lado. Los sedujo, atrajo, convenció y sumó a la causa. Pero faltaban los instrumentos.
Movimiento Ciudadano fue el primer partido en subir al esquema de candidaturas comunes y el costo que el morenovallismo pagó fue la incorporación de José Juan Espinosa a la alcaldía de San Pedro Cholula, un movimiento que fue tan criticado como a la postre resultó efectivo. De último minuto, tras recibir su registro, PSI se subió al barco en un movimiento que de primeras nadie entendió. Con ambos pasajeros, Eukid se encargó de armar el rompecabezas municipio por municipio y distrito por distrito. En unos, se trataba de sumar votos. En otros, de darle espacios a los resentidos del PRI. Y en los menos, candidatear a cuadros regionales que le restaran votos al tricolor. La sofisticación llegó a grados, incluso, de quitar o poner logos para alimentar la confusión sobre quién era postulado por cuál partido.
MC y PSI fueron buenos instrumentos, pero había realidades electorales que ni así garantizaban el triunfo. La obra de arte, la reliquia que permanecerá años en el manual de la sofisticación electoral es el caso de San Martín Texmelucan, previamente relatado en esta columna. Durante más de dos años Edgar Salomón Escorza fue un aliado eficiente del régimen que recibió todo el apoyo gubernamental para posicionarse en la batalla por la alcaldía e incluso se le apuntaló en su guerra contra Carlos Sánchez. Pero a la mera hora, con el cambio de la marea, Salomón Escorza se les volteó. Y el aspirante panista mejor posicionado nada más no daba para competir. San Martín Texmelucan, pues, ya se daba por perdido en el war room del morenovallismo.
Pero entonces vino la genialidad: fuera de la órbita morenovallista había un perfil prometedor, el empresario Rafael Núñez, postulado por el PT. Eukid Castañón, la Amenaza Fantasma, operador estrella del morenovallismo buscó seducirlo. Aceptó jugar para el régimen, pero puso como condición seguir siendo postulado por el PT. Increíblemente, gracias al esquema de las candidaturas comunes, la megacoalición morenovallista se adhirió al Partido del Trabajo con Rafael Núñez, desdeñando a todos los aspirantes panistas de la región porque se trataba del único personaje con capacidad para competirle a Edgar Salomón Escorza. Así, en un municipio y un distrito que se daba por perdido, al final se ganó.
Distrito por distrito, municipios por municipio, pueden relatarse historias semejantes de sofisticado diseño electoral que no tiene nada que ver con el mapachismo. Y el único que ahora conoce esa realidad regional, el brazo derecho de la operación electoral, es el consultor Castañón. Pero ahí no terminó su valiosa participación para el morenovallismo.
A mitad de la campaña por la alcaldía, cuando Gali y Agüera estaban a punto de cruzarse, el alto mando decidió entregarle a Castañón la operación electoral en la capital pese a la reticencia de Fernando Manzanilla, con quien había tenido roces cuando ambos laboraron en la SGG. Erick Ziel fue relevado de la responsabilidad de la estructura, y además de cargar con el interior del estado, Eukid entró de lleno a la guerra de trincheras de la que salió triunfante.
El sofisticado diseño de ingeniería electoral a través de las candidaturas comunes fue operado en la realidad regional por Eukid Castañón, quien desde las sombras cobró venganza contra Fernando Moreno Peña. Con el control de la realidad política de todo el estado, es el aliado imprescindible para quien quiere pelear las gubernaturas en 2016 y 2018. Los interesados pueden buscarlo en su oficina.
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