Sandra Montalvo Domínguez


En esto creo


Titular del Instituto Municipal de la Mujer, 33 años

 

Ha sido dirigente de las mujeres priistas en el estado, diputada local, secretaria general del PRI municipal, presidenta del PRI municipal y directora de relaciones públicas durante la presidencia de Mario Marín


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Elisa Vega Jiménez

 

La política es como un dulce, una vez que lo pruebas, nunca más lo puedes dejar


Blanca Alcalá es mi ejemplo: una mujer de clase política, de compromiso, de altura, preparada, conocedora y, sobre todo, una mujer que ama Puebla. Yo veo en ella un ejemplo de que las mujeres podemos llegar. Como titular del IMM tengo su apoyo y eso para mí significa un gran reto. Tenemos que marcar la diferencia, que los poblanos digan: llegó una mujer a la presidencia y por eso estamos viendo estos cambios en la ciudad. Eso se puede hacer mucho a través del instituto.


El poder es llegar para servir, sin embargo también el poder pierde: la vanidad te hace perder visión. En política, aunque digan que no es cierto, nuestro principal alimento es la vanidad y finalmente está bien, tú tienes poder para crecer y lograr muchas cosas personales pero nunca debes olvidar los intereses comunes y tu deber de servir a la gente.


Al llegar al poder debemos evitar perder nuestra congruencia como mujeres, debemos ser solidarias, dar oportunidad de crecer a otras mujeres, eso es lo que se ha perdido en muchas mujeres.


No me achico ante nada, si veo que algo va a tener obstáculos, para mí se convierte en algo más interesante. Soy muy aguerrida, no me freno ante nada y cuando veo muchos obstáculos, le echo el doble de ganas.


A las mujeres no se nos perdona nada. Cuando una mujer llega a una función pública o privada no se le admiten errores, está en la mira y se equivoca, el costo político y social es mucho más fuerte que con un hombre. Al final, se convierte en un reto pero, somos seres humanos y a veces, al tomar decisiones, nos equivocamos o simplemente no llenamos las expectativas al llevar a cabo una función.


De Blanca Alcalá tomaría su preparación, sus estudios, es una mujer que sabe muy bien hacia dónde va; de Beatriz Paredes tomaría el gran conocimiento que tiene sobre México y cómo porta sus raíces con orgullo —me gustaría mucho que todas las mujeres lo hiciéramos, que no nos diera pena ponernos un traje típico mexicano— y de Denise Maerker, cómo se desenvuelve, su capacidad de análisis, de observación y de crítica constructiva; es una mujer que lee mucho.


Ha habido ocasiones en que he querido dejar la política y dedicarme a lo esencial que todas las mujeres tenemos, el ser madres. Sin embargo no puedo, mi corazón está partido en dos, una parte habla de que he luchado mucho en la política, que tengo que salir adelante, aún con las trabas, la falta de solidaridad y las pocas oportunidades que tenemos las mujeres y por otro lado sé que mis hijos requieren de mi paciencia, de mi apoyo, de mi guía. Sin duda alguna hay sacrificios, personales y familiares.


Tenemos que entender que si una mujer llega, nos abre camino a otras y que todas tenemos nuestra oportunidad y nuestra circunstancia. Las mujeres por naturaleza competimos, los espacios son muy pocos y, entonces, nos enfrascamos en luchas para lograr llegar. Lo importante es saber que, a veces llegan unas, a veces otras y tenemos que apoyarnos.


Llegaré a donde Dios me lo permita. Mis planes son muchos pero, algo que siempre digo es “¿tú quieres hacer reír a Dios?, cuéntale tus planes”, él te va a decir, “esos son ‘tus’ planes, los míos son otros”. Por supuesto que yo voy a contribuir con mi parte y voy a seguir trabajando terrenalmente por lo que quiero.


Yo quiero ser ejemplo para mis hijas y eso me obliga a seguir, para que el día de mañana sean unas excelentes profesionistas, unas mujeres combativas, que sepan demostrar su potencial en un terreno de igualdad. Dialogo mucho con mis hijos, les inyecto energía.


A las mujeres les interesa mejorar su calidad de vida, antes que estar empoderadas, les interesa su entorno social y económico; entonces, lo primero es trabajar para que salgan adelante. Ofrecerles herramientas, capacitarlas pero, por otro lado ayudarlas a cambiar la visión que tienen de sí mismas, y si conjuntas esas dos cosas, se puede lograr mucho. Las mujeres están esperando oportunidades; a las mujeres nos podrá faltar todo menos las esperanzas de llegar a ser verdaderamente consideradas en un esquema de igualdad y de equidad.


Sin mi madre y ni esposo, no podría seguir en esto; ellos me han apoyado mucho. Mi madre es mi ejemplo; no está involucrada en el tema político, pero ha logrado mantener la unión familiar, me ha inculcado valores muy importantes; sobre todo, es quien me impulsa para que siga adelante; por otra parte, tengo un esposo solidario, que me impulsa, y que también me ayuda con el cuidado de los hijos, a pesar de que su función también es pública.


Cuando visito otros estados me doy cuenta de que tenemos muchísimo en Puebla: una metrópoli, hoy por hoy, muy desarrollada —con múltiples necesidades porque crece continuamente—, pero un lugar sumamente rico culturalmente hablando, gastronómicamente delicioso, bello. Yo me siento orgullosa de vivir en Puebla.


A lo único que le temo es a pensar en qué mundo le va a tocar a mis hijos vivir. A esta parte de la globalización, de la pérdida de valores esenciales, a la pérdida de tradiciones, al individualismo, al deterioro del medioambiente, a eso le temo. Hay que trabajar mucho en eso, en dejarle a la gente ese sentido de compartir, dialogar, jugar, que se están perdiendo.


En la política es muy raro encontrar parejas consolidadas, en el caso de mi pareja (Jorge Ruiz Romero), tenemos una gran comunicación y un respeto a nuestro trabajo, a los grupos políticos a los que pertenecemos, a nuestros proyectos y eso nos ha ayudado mucho; en lo público es difícil, porque lo que haga o deje de hacer él, o lo que haga o deje de hacer yo, políticamente nos involucra. Pero si en lo privado tenemos raíces muy firmes de respeto y comunicación.


Soy una mujer sumamente despistada, tengo tantas cosas en la cabeza que a veces se me olvidan muchas. He tenido algunos problemas por eso, también soy muy impuntual.


Juego mucho con mis hijos, sus sonrisas me impulsan, sus comentarios espontáneos me llenan de alegría. El tiempo que tengo libre se lo dedico 100 por ciento a ellos, vamos al cine, andamos en bicicleta, vemos películas, comparto mucho con ellos. En mi tiempo libre eso hago. Eso es lo que me llena.


Estoy leyendo Machismo invisible de Marina Castañeda; es muy interesante porque habla de cómo las mujeres al llegar a cargos importantes, de toma de decisiones, cargos de poder, público o privado, tienen visiones machistas, de rigor, de fuerza y a veces se convierten en dirigentes con cuerpo de mujer y cabeza de hombre. Son mujeres poco solidarias con el género y que fomentan el machismo.


Como mujer ha sido muy difícil avanzar en política, sobre todo, porque las leyes de cuota no garantizan la plena participación de las mujeres —podremos tener en la ley el 50 por ciento, pero en realidad no se lleva a cabo, entonces no es una garantía—, sin embargo, ser muy apasionada, muy entregada con lo que quiero, me ha llevado a seguir adelante. Creo que se puede, y se va a poder, vamos a lograrlo.

 

 

 

 

 

 

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